viernes, 24 de noviembre de 2017

Meditación del retorno


En algún punto ciego, durante una constante frecuencia, es donde la magia comienza.
El mundo como lo conocemos se desvanece, en un cerrar y abrir los ojos. Cierro esta ventana, para abrir una puerta. Que si tenemos la capacidad de transitar en varios mundos, es porque seremos parte de una realidad más extensa. En este instante, es cuando recuerdo, que somos polvo de estrellas.
El tiempo medido, se transforma en meditativo.
Extingo una energía dispersa, me vuelvo hacia mi misma, soltando mi cabeza.
Ya no sé qué son los números, ni lo que representan.
Voy soltando las palabras y los sentimientos, floto hacia una sintonía ancestral que me libera.
Navego en el Universo del silencio, siendo sin mi cuerpo, donde obtengo las respuestas.
Vuelvo a la esencia, dejando atrás la humanidad, para reunirme con los guías que decretaron que sea vida.
Vivir en un infierno divino.
Y entiendo, que debo transitar esa experiencia.
Y decido el camino de la valentía, a ser humana, por más fácil que sea convertirme en estrella.
Percibo, aunque no quiera, que hoy mi existencia depende de una rueda.
Transmuto creaciones ilusorias y las expectativas que me pesan. Ya no es cuestión de querer, sino de ser. Es, que si soy, no traiciono a esta vida, ni al que me espera.
Comprendo que todos somos Uno, y el otro es quién me refleja.
Me dejo ser y llevar, en esta atemporalidad, sin dilemas. Porque sé que cuando me pierdo, retorno a la verdadera naturaleza.
En calma, agradezco el encuentro de las almas. Esa es la única palabra que abre todas las puertas.
Seguido de un último giro, atravieso el portal.
Retorno a cada una de mis células.
Y es entonces, cuando respiro.
Abro y cierro mis ojos.
Soy en la tierra.



En mi letargo, una taza de café es un oasis. No estoy sola. Junto a ellas buscamos una cafetería. Entre árboles, se esconden unas escaleras ...