El mundo como lo conocemos se desvanece, en un cerrar y
abrir los ojos. Cierro esta ventana, para abrir una puerta. Que si tenemos la
capacidad de transitar en varios mundos, es porque seremos parte de una
realidad más extensa. En este instante, es cuando recuerdo, que somos polvo de
estrellas.
El tiempo medido, se transforma en meditativo.
Extingo una energía dispersa, me vuelvo hacia mi misma,
soltando mi cabeza.
Ya no sé qué son los números, ni lo que representan.
Voy soltando las palabras y los sentimientos, floto hacia
una sintonía ancestral que me libera.
Navego en el Universo del silencio, siendo sin mi cuerpo,
donde obtengo las respuestas.
Vuelvo a la esencia, dejando atrás la humanidad, para
reunirme con los guías que decretaron que sea vida.
Vivir en un infierno divino.
Y entiendo, que debo transitar esa experiencia.
Y decido el camino de la valentía, a ser humana, por más
fácil que sea convertirme en estrella.
Percibo, aunque no quiera, que hoy mi existencia depende
de una rueda.
Transmuto creaciones ilusorias y las expectativas que me
pesan. Ya no es cuestión de querer, sino de ser. Es, que si soy, no traiciono a
esta vida, ni al que me espera.
Comprendo que todos somos Uno, y el otro es quién me
refleja.
Me dejo ser y llevar, en esta atemporalidad, sin dilemas.
Porque sé que cuando me pierdo, retorno a la verdadera naturaleza.
Seguido de un último giro, atravieso el portal.
Retorno a cada una de mis células.
Y es entonces, cuando respiro.
Abro y cierro mis ojos.
Soy en la tierra.