jueves, 14 de noviembre de 2019

Amanezco confundida
¿dormí o jamás desperté?
Tengo frío y eso me confunde aún más.
Doy vueltas e intento dormir, pero la blancura del día atraviesa por las velas del barco y, encegueciéndome, me da la pauta de que hoy no correré la suerte del buen dormir.
Recuerdo la luna llena y le traslado toda la responsabilidad.
Me molesto, cubro mis ojos, y sin tanta intención, revoleo una amatista.
Al escuchar el contacto con el suelo, espero que no se haya partido en pedacitos, aunque al inmediato deja de importarme, porque no puedo dormir... y eso, me quita el sueño.
En esta vorágine, busco un demonio pasado en una canción,
cómo si fuera adicta a todo lo que desvela.
Al escucharla, pienso: "es muy temprano para este rock melanco".
Intento focalizar en las aves, pero en este amanecer parecen estar lejanas. Tal vez ellas también estén confundidas.
No puedo dormir, ya lo he entendido, entonces me decido a levantarme porque quedarme pachorreando se torna incómodo.
Salgo de mi cueva.
Afuera aún no ha salido el sol a calentar las aguas y la tierra, entonces entiendo el frío. Y aunque el norte está despejado celeste motivado, el sur se densifica copando el escenario.
Pongo la pava y ya disfruto por adelantado. En el mientras tanto, divago entre las infinitas posibilidades de dónde tomarme unos mates: afuera, camuflada entre las plantas. Adentro en esa cueva tan mía, o en su entrada que puede jugar de equilibrio entre ambas, porque pues ante todo, opciones varias.
Termino por elegir la cueva, ya que el sol viene y va, y esa inconstancia me enerva. (Al toque pienso que esa inconstancia está sarpada, porque al igual que los días de sol y lluvia, en un momento podemos disfrutar de todas las posibilidades juntas).
Primer mate amargo y el vértigo comienza.
Tomar mate en comunión conmigo misma es como fumar María... Presencia.
Y estando en presencia, justamente, no podemos escapar de nosotrxs mismxs. Y qué rico es escaparse, perderse y olvidarse, y volver para encontrarse y así, así, así. Con mate o sin mate, todxs hacemos lo mismo.
"Las plantas me retornan a mi presencia"...
En mi cueva veo un paisaje típico de  Bolivia. En el teléfono veo el presente de Bolivia. Las imágenes me angustian. Entonces veo mis propias angustias, mis nostalgias y mis dolores. Les doy su espacio pero sin dejar que me carcoman la cabeza. Pero el pecho se oprime, y duele, y siento, siento, siento. Una banda.
"Es muy temprano para este rock melanco", me repito. Casi lloro, pero no quiero robarme mi propia energía. Sí, siento, siento, siento y ya.
Pongo otra pava, parece que la mañana está intensa... y con el agua renovada, esta vez me acerco a la ventana. Ahora sí se escuchan los pájaros.
Se cruza por mi mente la idea de que, tal vez, no hayamos evolucionado de los primates, sino de las aves. Porque somos bastante parecidas... las personas y las aves.
Es el único animal que hace tantos ruidos, y nosotrxs también.
Vuelan, y nosotrxs también.
Estas dos cuestiones me son suficientes para confirmar mi propia teoría evolutiva.
No sé los demáses, pero corazonmente hablando, creo que desciendo de los pájaros.
¿Dormí o jamás desperté?

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