Un mar de hojas secas,
un nidito de amor.
Un señuelo de lo que puede ser
un regalo,
animarse.
Un delirio, abandonarse.
Detrás, siempre detrás de sí misma.
¿Qué pasaría si se situara a su lado? De su mano.
Mirar de lejos para poder enseñar sobre el tiempo y el caminar,
comprender la querencia de ser y reciclarse.
Engorroso transformarse con la mente de guía.
Un mar de confusiones y ya no más de
simples
hojas
secas.
La trivialidad del destino que nos anima a descubrir lo oculto, lo divino.
Todo lo presente abarcando retazos, secretos, mundillos.
Regaliz y un té,
te desconozco,
desconocido conocido. Coincido en el
volver.
Reunir la fuerza suficiente para no arrastrar los pies, aunque el sol brille demasiado,
aunque queme lo mundano,
le dé fuerza,
le dé forma y le dé poder.
Perseguir el rastro de las letras como un náufrago a su retrato aguado,
sin olvidarse de que, en algún lugar hay tierra. Debería.
Que el plástico se convierta en un recuerdo de la falta de lucidez y de la carencia de amor hacia lo eterno.
Los gusanos que hoy me comen la piel están esperando, pacientemente, que yo llegue a su clímax y así deleitarse con su propia implosión,
la que generará mas vida vacía,
casi como una estrella sin observador.
Que el ciclo siga dando vueltas,
mientras tanto yo,
le daré hojas y tinta.
sábado, 2 de octubre de 2021
Volátil
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