miércoles, 4 de abril de 2018

gracias


Es sobre la tierra roja
donde los niños tejen
la historia
los que no fueron bautizados
serán duendes
moribundos
hijos del diablo.

El viento zumba
y las gotas se clavan
en una piel hecha de recuerdos
cuántas mujeres se han dejado
de lado
por ser esclavas
por ser madres de la costumbre
y del miedo.

Oí decir
-cuidado con el loco, ayer fue luna llena-
me temblaron las entrañas
por el hermano abandonado
por la putrefacción de sus piernas
por la hermana, que elije olvidarlo.
Ya no alcanza leer entre líneas, hay que leer entre miradas.

El útero se consume,
en sí mismo,
por el olvido,
por el abrazo de la soledad.
La sensación de ser aplastada
por miles
de granos de maíz.

El yo visible
ganó la batalla
y enterró, en lo profundo,
el amor.
Pero ella ofrenda su sangre a la tierra
y todo se regenera.
Y mientras la noche la enamora,
entiende la constante presencia de las estrellas.
El sol encandila y da vida.
La luna acuna y da hogar en las tinieblas.

Oí decir
-que grande la parca-
ante la repentina venida.
Se suma al gato del plenilunio
y al gallo joven,
un pez caucásico.
Viaje bueno.

Un íntimo pandemónium seduce la existencia
y apresura los latidos.
Se concentra en leer entre miradas
se rumorean ecos
lejanos y opacos,
El corazón se atranca,
y por un ápice,
se encuentra.

Reverdece en los espasmos.
Se estremece en el pavor,
de volver a escucharlo.
Lee su mirada,
¡Su boca no se acalla!
Se pierde entre los universos de las palabras
para no escuchar su habla.
La mujer percibe, cómo el hombre mengúa
y en su mente, corre por el bosque
descalza, volviendo a las alturas,

Huye el hombre menguante
y la mujer se alivia al recostarse en las brasas.
En el chillar, ve
cómo el planeta palpita.
Primero el arena, mas luego
las hojas
el cielo
el cuero
y las letras,
Todo es un apacible ímpetu.

Navega en la selva
y corre por el océano.
Se enciende en la brisa
y vuela entre raíces.

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