Ayer dije que las palabras llegan hasta un punto
y luego,
viene Dios.
Y como todas las palabras,
no he de conocer,
son lo más cercano
que tengo
a la eternidad.
Tal vez,
hoy,
las palabras sean mi Dios.
En mi letargo, una taza de café es un oasis. No estoy sola. Junto a ellas buscamos una cafetería. Entre árboles, se esconden unas escaleras ...
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