"Es impagable", pensé esta mañana mientras desayunaba.
Despertarme con la tormenta vibrando la tierra y volverme a dormir mientras escuchaba cómo caía cada vez más agua.
Entre la vigilia y el sueño, le pedí a los cielos que se lloviera la vida, que a la pacha le viene bien.
Qué en el monte de enfrente hubo un incendio, que le haga un mimo.
Que le dé tiempo a la tierra para absorber, que ayer las higueras estaban pachuchas.
Que se quede, que acá el agua es siempre bienvenida. Que pase, se ponga cómoda. El mate estará más que contento con su llegada.
Hubiera podido quedarme todo el día en ese estado de consciencia intermedio, pero agradecí haberme levantado en el segundo en que salí y respiré monte llovido. Aire puro. Aguas claras.
Mate, lluvia y monte. Viento, silencio, un relinche.
Al sureste, trueno. Al noroeste, clareo.
Tengo la imagen grabada de cómo acá, el cielo gira... Las lluvias pasan, pero a veces no entran.
Y luego dudo si es sureste y noroeste... Porque acá, para mí, las direcciones siempre se dieron vuelta. Todo lo que no era, es. Todo lo que era, ya no lo es tanto. Pasa también que acá la tierra es muy fértil. Las gentes se sienten libres, se vayan o queden, estén un día o toda su vida. Acá se siente que se puede, y si no se puede, se suelta y suceden inmediatamente giros direccionales.
Acá siempre vuelvo. A veces más, a veces menos. Como las lluvias.
miércoles, 29 de enero de 2020
jueves, 16 de enero de 2020
Run Run
Vieja alma paga los platos rotos,
letargo inhóspito, enmudecido.
Los soles carcomen mentalidades enroscadas.
Las lunas se adueñan de sueños vacíos.
Robótica carne en movimiento, sonrisas de contrariedad.
Los ojos nunca (nunca) mienten. Se escapan, se velan, pero no engañan. (no pueden).
Esfuerzo en pos del merecimiento,
esperanzas en súplicas al
entardecer oceánico, cansado, mezclado y confundido. Calmo, rendido, suave, presente.
Ideales burdos, bruscos, brutos, brunos.
Parasitosis nostálgica.
Sororidad inexistente, detestada. Falsa.
Desconocimiento de causa, de efecto.
Incertidumbre. (La de la vela en el entierro).
Miedos jueces, iracundos y fecundos.
Fáciles de escuchar. Pues gritan, aconsejan, analizan, adormecen, adornan, debaten, deciden, convencen, proyectan, exteriorizan, murmuran, se infiltran.
Parasitosis nerviosa.
Las horas, esclavizan.
Los compromisos, mantienen y valoran las palabras pero también encierran impulsos.
Las imágenes, asquean.
Las energías, se mezclan.
Las letras, saquean... Minutos.
El cansancio se empodera, se apodera, y la fortaleza (la fuerza de la sutileza) preponderante, prohíbe penas.
Las machaca, las machuca, las chamusca. Las exprime hasta la última gota de flujo blanquecino cayendo sobre las flores del amor, de la relajación, del aroma corazón, del cogollo naciente en la frente.
La Sábila, merma, alivia. La piel enrojecida le suspira, le susurra: "bruja divina". Se entrega entonces (la piel) al cuidado primero, único, verdadero.
El corazón nomás sigue latiendo.
La mente, agotada, se libera.
El espíritu le muestra que ya no es necesario hacer. Pues se es. A la ligera, en quinta o en primera se avanza. Se abalanza la careta, "por el bien común"... el ego se bufa, se burla, se prende. Entra en erupción por dos larguísimos segundos. Se pincha como un globo. ¿Y la careta? ¿Qué es la careta? ¿O es la careta esa, la cara de la tolerancia, de la paciencia?. Del amor. ¿Y los límites? ¿Lo incondicional, existe?.
El ventilador bosteza. Se aburre pero entiende. Es un tipo considerado.
La consideración flaquea.
Aquí todos saben, pero nadie habla. En lo común, en lo social, en el día a día, ninguno se anima. Todos simulan paz. Y está todo mal, está podrido, con resaca. Las palabras ebrias sacan de quicio a las limitaciones del tiempo, del espacio, de los medios. De los segundos previos al abrazo, enroscado, de gusano, de adn, de más allá de todo.
Lo "real"... molesta. Pero se acepta. Se mira cara a cara, o mejor... Ojo a ojo. Y después de mirar, se ve. Y después de ver...
letargo inhóspito, enmudecido.
Los soles carcomen mentalidades enroscadas.
Las lunas se adueñan de sueños vacíos.
Robótica carne en movimiento, sonrisas de contrariedad.
Los ojos nunca (nunca) mienten. Se escapan, se velan, pero no engañan. (no pueden).
Esfuerzo en pos del merecimiento,
esperanzas en súplicas al
entardecer oceánico, cansado, mezclado y confundido. Calmo, rendido, suave, presente.
Ideales burdos, bruscos, brutos, brunos.
Parasitosis nostálgica.
Sororidad inexistente, detestada. Falsa.
Desconocimiento de causa, de efecto.
Incertidumbre. (La de la vela en el entierro).
Miedos jueces, iracundos y fecundos.
Fáciles de escuchar. Pues gritan, aconsejan, analizan, adormecen, adornan, debaten, deciden, convencen, proyectan, exteriorizan, murmuran, se infiltran.
Parasitosis nerviosa.
Las horas, esclavizan.
Los compromisos, mantienen y valoran las palabras pero también encierran impulsos.
Las imágenes, asquean.
Las energías, se mezclan.
Las letras, saquean... Minutos.
El cansancio se empodera, se apodera, y la fortaleza (la fuerza de la sutileza) preponderante, prohíbe penas.
Las machaca, las machuca, las chamusca. Las exprime hasta la última gota de flujo blanquecino cayendo sobre las flores del amor, de la relajación, del aroma corazón, del cogollo naciente en la frente.
La Sábila, merma, alivia. La piel enrojecida le suspira, le susurra: "bruja divina". Se entrega entonces (la piel) al cuidado primero, único, verdadero.
El corazón nomás sigue latiendo.
La mente, agotada, se libera.
El espíritu le muestra que ya no es necesario hacer. Pues se es. A la ligera, en quinta o en primera se avanza. Se abalanza la careta, "por el bien común"... el ego se bufa, se burla, se prende. Entra en erupción por dos larguísimos segundos. Se pincha como un globo. ¿Y la careta? ¿Qué es la careta? ¿O es la careta esa, la cara de la tolerancia, de la paciencia?. Del amor. ¿Y los límites? ¿Lo incondicional, existe?.
El ventilador bosteza. Se aburre pero entiende. Es un tipo considerado.
La consideración flaquea.
Aquí todos saben, pero nadie habla. En lo común, en lo social, en el día a día, ninguno se anima. Todos simulan paz. Y está todo mal, está podrido, con resaca. Las palabras ebrias sacan de quicio a las limitaciones del tiempo, del espacio, de los medios. De los segundos previos al abrazo, enroscado, de gusano, de adn, de más allá de todo.
Lo "real"... molesta. Pero se acepta. Se mira cara a cara, o mejor... Ojo a ojo. Y después de mirar, se ve. Y después de ver...
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