¿Qué acaba de suceder?
Un juego absurdo entre la menguante memoria
y el desalmado e imparable olvido.
La sensación de pérdida que, entre sueños siempre me agota, dibuja bosquejos de
tu forma que terminan por dejarme deambulando en un laberinto conocido: Lo real
o mi visión de lo real.
Confieso espiarte de vez en cuando, como
un fantasma decidido a no abandonar su placer terrenal. El ya no conocerte, es
el ultimátum.
Ser jóvenes e ignorantes bajo el velo
del viaje,
de sentir todo tan a flor de piel hasta que los pétalos se caigan y sean abono,
las eternas calles cargadas de historia, un mapa imposible de dibujar,
el vagar esperando encontrarte a la vuelta del callejón más turbio, en un
sucucho de rock nacional donde el hogar se sintió más cercano…
las subidas, las bajadas, el amor y el miedo,
el halcón satisfecho y listo para bendecirnos bajo la luna llena
y mi consciencia apartando el deseo,
cuánto deseo…
tu voz se disipa en cada onírica imagen, aunque tus manos… tus manos permanecen
imborrables.
Este personaje, este arquetipo se ha
convertido en mi demonio preferido, mi musa anónima, la adicción de mi
inconsciente. Y aunque el día se convierta en condolencias, la penumbra de tu
abrazo continúa siendo el deleite más descarado que tengo.
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