lunes, 16 de mayo de 2022

20 minutos en el limbo

 "Miles o hasta millones de hacedores de la palabra blanda, haciéndose cargo de detenerse para aferrarse al no-olvido". 


Luz.
Despierto desorientada por el cambio lumínico celeste-telúrico, encontrándome débil de lo que parece haber sido un gran letargo.  
La memoria humana-productiva me susurra que debo levantarme aunque no recuerde cómo, aunque solo sienta espasmos en mis piernas. Entonces las busco con la mirada para encontrar la razón, el por qué no puedo pararme.

No me atemoriza lo que veo, mas bien me maravilla la monstruosidad de este cuerpo: mis extremidades son dos extensos cuerpos de serpiente que se enroscan en sí mismos para caber en esta habitación que aún no logro encuadrar.
Las cuerpos reptiles laten y buscan amoldarse en el terreno. Puedo sentir como ciertas partes están adormecidas por el peso que otras partes les producen al aplastarlas, (pienso que esta sensación debe ser de la parte humana).
Me pierdo en mi mente tratando de determinar el color de mis reptimidades. El más cercano podría ser a uno de esos colores imposibles como el verde-rojizo. Noto un gran contraste entre su color y la habitación que se ve puramente blanca. 
Subo la mirada para establecer la unión entre la animalidad y la humanidad. Es en la zona del vientre donde sucede la exquisita fusión de mi piel y mis escamas. La primer franja se mimetiza con el color de mi piel.  Formando un semicírculo a mi obligo, se desliza un patrón de anillos que se convierte en un laberinto a medida que bajo hacia las colas.  Busco el final de alguna de ellas pero no lo encuentro.
La parte superior de mi cuerpo continúa siendo la que conozco. Me recuerdo a Melusina aunque sin sus desgracias. 
En este momento me pregunto si formaré parte de alguna exposición dentro de esta habitación blanca. Si habrá alguien, además de mi consciente, observando mi nueva naturaleza.
Giro mi cuerpo quedando de boca al suelo y s
erpeo cual suerte de híbrida perdida en el tiempo. Me ayudo con mis manos hasta llegar al borde de una pared y, apoyándome en ella, logro elevarme un poco del suelo. Aunque casi gigantes, mis reptimidades están bastante entumecidas y todo este desplazamiento me agota. Rindo mi frente a la pared y  la rasguño, tratando de hacer de este acto algo simbólico o revolucionario o revolucionarlo. Y lo logro porque en cuanto mis uñas se entierran en una primer capa de pintura, la pared empieza a desarmarse como si fuera un rompecabezas. Y no solo ésta pared sino todas, lo veo por el rabillo de mi ojo derecho. Es aquí, en este momento, que sé que estoy por despertarme. Pareciera que el escenario que me he inventado está a punto de desaparecer como si algo conspirara para que no me quede en él. Decido dejar de rasguñar la pared y entonces todo se vuelve estático. 

La habitación se siente fría y ampliamente vacía. Reina el silencio y la conocida blancura.
Registro la parte inferior de mi cuerpo y ya no tiene reptimidades, sino piernas. 
Lo estático se vuelve un repentino y violento movimiento: ahora estoy corriendo, haciendo cuentas y abriendo encomiendas. Todo a la vez y a un ritmo tan acelerado que no se me permite pensar en otra cosa más que en tocar los botones correctos para no perder la cuenta y abrir la caja con cuidado porque "luego me puede servir".
Y de pronto, en esta vorágine hamsteriana, noto una presencia a mis espaldas. 
Fantasmagórica pero cálida. Incómoda pero por lejana, no por presente. Confundida, giro dejando una humareda que consume las cuentas y la calculadora, como así también las encomiendas. 

Se torna real la presencia.
Frente a mí estás vos, con tu gran semblante, ocupando las cuatro esquinas. Me inquieto ante tu aparición y vuelvo a darte la espalda.
Escucho tus preguntas triviales y me sorprendo porque no suele ser tu forma. Te las contesto de la misma manera a la vez que busco las desaparecidas cuentas.
Te vas alejando, también doy cuenta de esto por el rabillo de mi ojo derecho. Negándome a hacerme consciente de tu escape (escape por sensación onírica)  noto la habitación vacía y me urgen unas ganas desesperadas de bailar y así, reacomodarme en este espacio cambiante y pasajero. 
Salto, bailo y giro con la fuerza de una quimera. Me mareo y entre los giros, te veo irte despacio, como aguardando... pensando. Cambiando la dirección de tu andar. También espiando. Finalmente, sin dejar de girar, te veo irte por el paso contrario al primer paso pero no volviendo.
Ahora me detengo ante un cambio.
Hay una vieja ventana y por fuera puedo ver que aparece agua. Calma, densa y de un verdoso oscuro pero no turbio, sube y parececiera estar determinada a inundarlo todo.  No me inmuto porque sé la emoción que significa esta agua, solo me sorprende el saber su procedencia: es la primer masa de agua artificial que sueño. Lagos, lagunas, embalses, todos me producen una sensación desagradable. Sin embargo ahora, solo me sorprendo, no dejo que la incomodidad me atormente. 
Recuerdo tu lejanía y vuelvo a bailar desenfrenadamente. Pienso y siento lo mucho que me hubiera gustado gritarte "Chau!, hasta siempre, buen viaje" o quizás "No te vayas aún, esperame", pero nada logro vociferar, creo que por desconocer qué decir realmente. En este caso, el silencio parece la mejor palabra.
El agua se detiene. 

Ahora no tengo garganta, solo piernas embriagadas de movimiento y la cegadora blancura del inminente despertar. 


Me aferro, literalmente, a las palabras.
Mientras me invade la necedad de haberte abrazado, las memorizo una por una. 
Las repito porque ya salí del limbo y sino, se irán para siempre... y esta vez, quisiera acariciarlas. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

En mi letargo, una taza de café es un oasis. No estoy sola. Junto a ellas buscamos una cafetería. Entre árboles, se esconden unas escaleras ...