¿Es real porque lo veo o porque escucho sus sueños? Sus sueños inmediatos, al recién despertar... como así también los lejanos.
O quizá por sus frustraciones, sus enojos o sus miedos.
Por lo que dice y lo que calla.
Por su respiración, por sus palabras o por la música.
¿Por las veces que se introduce, sigiloso, en mis pensamientos? ¿Se realza porque lo pienso?
¿Por el lugar que le doy o el que le quiero dar?.
Por intérprete. (¿Qué tan ególatra y egoísta es esta posibilidad?).
¿Es real por precursor?
¿Es real porque lo he sentido o por lo que imagino? ¿Es real porque me lo imagino?
Si tuviera en mi mano un ojo, como alguna vez supe ver,
¿podría verlo al acariciarlo?
Pero verle realmente, aunque la visión se entrometa, indecente, a sus obstáculos (que considero en él y en los demases absolutamente necesarios para la supervivencia).
¿Sería este ojo en mi mano, mayor desilusión que ilusión? (o viceversa; o un vicioso viceverso).
¿Daría igual cualquier pensamiento, cualquier entonación de su nombre y de su credo?.
Al leerme, porque me leeré... ¿lo recordaré al instante o tendré que releerme para encontrarlo?
¿Será más real de lo que -ahora- parece ser?.
Aunque le escriba, le llore, le sueñe (o no).
Aunque le ame o le desprecie, o entrambos.
¿Su vida, si la hay, es mi sueño o solo lo sueño?
¿Es real porque me desvelo o porque me empuja a desvelarme? o quizá por lo que leo...
¡Es real por las aves que quiero regalarle!
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