martes, 14 de junio de 2022

Hambre

Pienso en comerte y te juro por dios,
con la importancia infantil que le doy a dios,
que voy a saborearte. 


I.

Vals. 
El violín se compadece de mis oídos y me entrega, sublime, la melodía que tanto adoro.
Te figuras humeante como si no hubiera duda de que te estoy imaginando. 
Solo te rodea la oscuridad, sin embargo, tu cuerpo está iluminado.
Busco la fuente de luz y no la encuentro, quizá sean mis ojos, pienso. Te estoy videando, tal vez, con esa misma violencia. 
En la lejanía, parecieras estar en un trance. Creo que con la respiración en calma y entrega, como durante un apacible sueño. 
Desde las sombras, me acerco lentamente hasta lograr cercanía. A la altura de tu pecho vivo descubro tu piel, deseo tocarte. 
No me atrevo, aún, a mirarte a los ojos. Cierro los míos y respiro.
Me concentro en olerte. 
Tu aroma es tan profundamente dulce que comienzo a salivar de inmediato. 
Aunque mi primer instinto sea abalanzarme con la desesperación de saciar una necesidad elemental o con el hambre de ayer y lo imposible del mañana...
pienso en comerte y te juro por dios,
con la importancia infantil que le doy a dios,
que voy a saborearte. 
El violín se enmudece para darle paso al trino del diablo y de pronto, quiero darle sentido a mis sentidos.
Abro mis ojos y noto que tu respiración ha cambiado. Aunque tu semblante es el mismo, tu pecho late con fuerza. Temo de que tu corazón te descarne.
Busco, angustiada, tu mirada. Subo por tu cuello, el que hace unos instantes pensé atacar, hacia tu mandíbula hasta tus ojos.
Tus dulces ojos despiertos... me aterran.
La rebelión se entremezcla tan exquisitamente con la obediencia que me siento morir. 

II.

Voy a arrodillarme y no voy a clamar tu perdón. 
Desde la ultratumba voy a regocijarme.

El coro de los despreciados me da la bienvenida. Retumba, como si fuera el último mensaje que me será dado: formaré parte. 
Dentre los alaridos me reconozco.
Frente al abismo no hay vacilación en mi cuerpo de arrojarme para unirme a las voces. 
Una sonrisa siniestra se cuela en mi rostro.
Abro mis brazos para inmolarme en caída libre, no temo que mi corazón me descarne.
Cierro mis ojos, otra vez, y respiro para homenajear a lo efímero. Me concentro en oler.
El olor del amor, o alor te evoca y regreso a tus ojos. 


El terror me ataca.
El saberme condescendiente me confunde y en tu cercanía...

 

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