Puedo oler el hierro de la sangre arrebatada.
Ahora el sol ilumina las gotas derramadas sobre
los yuyos, que la suave brisa decide mover.
En mi letargo, una taza de café es un oasis. No estoy sola. Junto a ellas buscamos una cafetería. Entre árboles, se esconden unas escaleras ...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario