La gramilla se mecía suavemente y al notarlo,
ella recordó su profunda mirada.
Sonrió deseos.
Dio vueltas sobre su vientre, mientras deseaba
descansar sobre el pasto. Sus escamas agradecían el sutil contacto con la
tierra. Mecerse sobre ella era como elevarse entre nubes.
Se sentía ligera, a la vez que carne enrojecida
por una reciente quemadura.
Se sentía extasiada de haberse perdido en sus
ojos brunos.
No había visto jamás una negrura tan pura, y
mientras hablaban, imaginó que se sentiría rozar sus labios.
Libar el néctar de su existencia.
Profundizar en su materia, hasta ser
inseparables.
Sonrió deseos.
“y una sola mirada bastó para que los designios
de la mujer ~culebra~ tomaran un giro favorable”.
Cafayate 06-03-2018
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