Descalza, cruzo el río y el frío, sube por mi
espina.
A la primera loma, huelo burro y poleo, y
recuerdo que respiro. Agradezco estar en casa.
Ando en la noche y el plenilunio alumbra mi
camino. No ansío llegar porque ya he llegado.
No quiero correr, asique le pido a la pacha una
tregua, que la lluvia no me alcance.
Atravieso algarrobos, cardones y espinillos. Me
siento dichosa y una risa silenciosa juega con el viento que refresca mi
espalda.
El lobo negro vuela entusiasmado y se pierde
entre los yuyos.
Las lomadas ahora son olas, y cómplice, miro al
cielo.
El océano se vuelve calma, y la tierra, plana.
El Aguaribay me recibe,
agradezco a la luna llena que me guía,
y al monte que me acompaña.
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