domingo, 3 de junio de 2018

psicodelia 3

Crecen las fortalezas
de la tierra,
cuando se dibuja
una
fugaz
y azul
estrella/

Entre la Luna menguante
y el siempre
titilante Marte,
la estela de la estrella viajera,
Me aconseja
que no dance
Con quién su corazón esconde
En la malicia de entregarse,
en cuerpo,
A la muerte en vida.
Las máscaras son pasajeras.

Y vuelve,
El siempre titilante Marte
A encantarme.
Aún,
allí,
Entre interminables galaxias
de enjambres
de avispas
que asfixian
mientras zumban
la constante melodía
de un ciclo
que aunque no comprendo,
entiendo
que no debo comprender.
 Para entonces así
Evitar perder
La lujuria de la sorpresa
que habita
entre besos escondidos,
entre miradas que se pierden
en las esquinas
que mezquinan
el abrazo entre pieles
de sangre caliente.

-

Crecen las fortalezas
de la tierra,
cuando se dibuja
la negrura
que cura
los espasmos olvidados.
Y tan, tan ansiados...
Que asustan,
(los espasmos)
de los espacios, ahora carentes,
dónde el dolor se acumula.

Y dura.


Una vez más,
allí,
entre demonios disfrazados
de humanos,
encarnados en pieles
de sangre fria
Fría y sin real pasión por los mengunjes putrefactos
que hacen del lenguaje una burla,

allí,
en una habitación oscura
dónde la Psicodelia
lidera una batalla contra bestias.
Lidia, enfrentándose a vestigios, apenas vestigios...
Y delira,
con los muertos que le imploran vida.

allí,
Danza sin su alma.

Pero danza,

danza con los muertos.
Y no, no se siente,
no percibe los colores,
ni el calor de los demáses.
Y no... ya no danza.
Ahora se aleja, apañada por la intuición
de ungirse en los sabios silencios.

-

Otra vez,
otra vez,
el encanto del siempre titilante Marte
descose mi ruta
mientras susurra los cantos que,
aún,
allí,
no puedo escuchar.
Por no atreverme
a
Atra vesar
La negrura
de los labios que saben tanto de Dios.
Que saben tanto del adiós
Que saben tanto a Dios.

Y yo,
solo sé que
vos
sos
Dios.

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