Te veo
escaparte de mí una vez más,
por eso te lo recuerdo en cada esquina aunque aún no lo escriba.
Vuelo y salto en mis sueños, y me masturbo para luego despertar ansiando acabar... Y hacerlo.
Soy de odiarte en mis adentros
y amarte en mis infiernos.
De quererte
arrancar de mí
aunque se desgarre mi piel y nunca jamás vuelva a sanar.
Quererte
fuera de mí
aunque me queden cicatrices, pero
¡Fuera de mí!
Si tan solo fuera posible borrarte y que dejaras de existir en todas mis memorias...
Dejar de ser tan intensamente pasional que al recordarme contigo, me prenda fuego y
ceniza se vuelva mi cuerpo.
Si tan solo fuera posible poder congelar mi alma y mis recuerdos...
Nadie nos advierte que el precio a sentir es equivalente a nunca dejar de hacerlo.
Muero en cada maldito instante en que te veo
sonriendo.
Quisiera rebobinar o viajar en el tiempo, decirle a mi yo del pasado que no hace falta desprenderse de lo eterno y
que no se aferre a la finitura de unos besos.
Que las sensaciones quedan para siempre para luego convertirse en mutantes de lo que alguna vez fueron.
Que aunque me hunda en los vicios seguiré siendo esclava de tus lamentos.
Que de nada servía amarte si no me ponía primero...
Que los finales nunca acaban, porque después de ellos, viene el verdadero y frío encierro.
Que el dolor no es pasajero sino placentero.
Que después de todo no veré otros ojos.
Que tendré tanta ira y tanto enojo que el dolor de cabeza será crónico.
Que no podría deshacerme de la poesía y la depresión, ni separarlas, ni elegir entre ellas.
Que moriré en cada verso solo por deleite.
Me diría tantas verdades a mi yo del pasado que me quedaría sin habla...
Pero si de todas, tuviera que elegir una sola para decirme (decirte)
advertiría que en verdad,
el tiempo no existe.
jueves, 6 de diciembre de 2018
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