martes, 18 de diciembre de 2018

Conjuros



Durante las madrugadas dónde los silencios son música, nacen los seres que no aguantan el ritmo de vida de los días. Podes reconocerlos como aquellos que a la luz del sol vagan hipnotizados observando una realidad que, tal vez, mucho no entienden, pero en la oscuridad de la noche son.
Difícil que los conozcas, en cambio, si no los ves en esas horas.
Son los verdaderos vampiros, robots, zombies que encarnan vida.
Jamás conocí a uno de ellos, que durante el día, sean. Supongo que es una cuestión de energía.
Yo, particularmente, admiro las horas en que los demáses descansan. Han de ser para mí, mis horas de cumplimiento.
Puedo verlos en pinturas o escritos, en música o delirios. En teorías o en angustias, en epifanías o en versos sencillos. Contienen en lo que crean, la lucidez de haber vivido y muerto, sin haber nunca desaparecido.

Me di cuenta que era parte de esa tribu cuando siendo adolescente solo podía estudiar en esas horas. Encontraba allí, el resguardo de que el tiempo no exista. Creo que siempre busqué esa sensación de la atemporalidad.
El tiempo lineal me asusta, me cuesta entenderlo y vivirlo. Supongo que será porque jamás lo realmente vívido lo he vislumbrado en la linealidad. Creo que soy más del tipo espiral. El mareo de las vueltas me hace sentir el desequilibrio y eso, demasiado me gusta. Digo demasiado, porque ante el voltereo surgen las náuseas.
Un poco que lo que me desestabiliza me atrae. Será que siempre fue todo así alrededor y no puedo salir, del todo, de esa vorágine.

Usualmente, suelo imaginarme en otras épocas. Qué sería de mí en estas circunstancias pero en otra época, me mueve de eje, es como un pensamiento que viene, lo veo, y se va.
En algún momento, deseaba haber nacido en otro tiempo. Comencé a creer que en realidad, si tanto resonaba con eso es porque ya lo había vivido y luego de esos pensamientos, creí fervientemente en la reencarnación. Habiendo leído tanto sobre ellos, comencé a buscar memorias de otras vidas, o de esta vida que haya seleccionado olvidar. Buscaba en eso alguna pista, alguna respuesta. Habiéndolas encontrado, me aburrieron. Deje de encontrarle el sentido. Aunque, aún, usualmente, suelo imaginarme en otras épocas.

Ahora, solo me percato que a mi corta edad, fumo demasiado.
Escribo demasiado.
Y es lo que me invita a vivir.
En los últimos meses he pensado que podría morir. No porque desee hacerlo, sino porque podría.
Mirar hacia adelante, hacer planes, imaginar lo que deseo e ir por ello... tampoco le encuentro sentido. Quizá podría verse como depresión o apología al suicidio, pero no, no es la cuestión. Es solo aburrimiento. No podría suicidarme porque me excita vivir. Me excita sentir el cuerpo. Me gusta conocer lo que no había conocido, y me gusta adentrarme en lo poco que he conocido. No podría cometer tal crimen hacia mí misma. Además considero haber muerto en varias ocasiones y, en verdad, no le he encontrado mucho gusto. Es placentero sí… pero no como para, conscientemente, de alguna manera, elegirlo.

A veces me miro en el espejo para ver mis ojos. Para ver cómo se ven mis ojos desde afuera.
A veces he practicado miradas de engaño, para que quién me vea no me encuentre.
Me pregunto qué verán de mí desde afuera. Qué imagen les regalo, qué personalidad guardan en su archivo de conocimiento.
Me pregunto si alguien, en este mundo, considera conocerme.
Me pregunto si yo puedo hacerlo, cuando siento que hay tanto en lo que no soy. Cuando hay tanto en lo que no me atrevo a ser.

Sin embargo, le agradezco con mi alma a los que son.


De la grandeza hacia la sutileza.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

En mi letargo, una taza de café es un oasis. No estoy sola. Junto a ellas buscamos una cafetería. Entre árboles, se esconden unas escaleras ...