jueves, 6 de diciembre de 2018

Un ser excepcional

Entiendo la vida
a través de la poesía
no lo puedo evitar.
Cuando no me encuentro,
es en la poesía dónde me busco.
Me busco hasta en la forma que escribo,
en cómo se imprime la tinta desde los adentros haciéndose hacia los afueras con la pluma en mi mano sobre el papel,
me buscó ahí, cuando no me encuentro.
Y lo logro, porque cuando escribo soy real y nunca miento, ni con las palabras ni con las miradas.
Nunca me miento cuando me escribo, no podría hacerlo aunque quisiera.

A veces escribo desde el teclado y hacia una pantalla, por la rapidez... O para llegar a vos que estás leyendo,
pero nunca en lápiz, porque no vale para mí borrar.
Sí tachar, las veces que sea necesario.
Repensar,
recitar,
Tachar y reescribir.

Hay veces que analizo cada detalle que vos considerarías insignificante, un incipiente detalle de mí es que siempre me fijo en cada detalle.
Pero simplemente, a veces escribo para no morir en el siguiente intento de respirar, que puedo llegar a considerarlo casi utópico.

Me gusta releerme después de cierto tiempo.
Me doy el tiempo para hacerlo cuando (no necesariamente)
no soy quién solía ser al escribirlo
y así, reconocerme en el ayer.
Aunque hay letras y formas de conformarlas que nunca cambian.

Escribo rápido cuando nadie dentro de mí le impone a nadie.
Y escribo tan lento que cada espacio se hace carente de soledad. Y cada letra del sistema mayor es clave, única y seleccionada con el más fino cuidado que el poema deba merecer.

No lo puedo evitar.


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