Otra terminal vacía absoluta me cuenta escenas típicas, reencuentros y despedidas. Un amor en particular, triste y pasional, me conmueve hasta mis vidas pasadas, y realizo en cuán difícil es el amor a distancias.
Sumergida en las aves de la ilusión, en las aves que vuelan en contra al viento y tiempo natural, memorizo mi sorpresa ante la conformación de las ciudades.
Tanto suelo y tan pocas miradas sanas.
Van tan rápido.
Van tan lento...
Desenfocadas torcazas copulan irónicamente.
Me despido de mí misma en el ansioso azul oceánico de la noche.
Me beso, me abrazo, me bendigo el retorno.
Me descreo de mi antigua piel, me abrigo del frío invernal.
Me fumo y me lloro con tranquilidad, entonces, me agradezco.
Y de pronto, el oído izquierdo reconoce
el caminar de un lobo viejo.
Despacio pero confiado, me huele.
Se acerca y entrega su cabeza a mis incondicionales caricias.
"Todos somos amor", nos susurro.
En una pitada, el lobo viejo se va.
Yo le veo irse mientras recuerdo lo hermoso que fue verte partir.
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