Blanco y Negro
De las barricadas al ánima,
de las engorrosas búsquedas internas por un gramo de inspiración,
implora vida.
Alumbra, a medias, un platillo de incómodas luces hospitalarias.
Los sesos tiemblan, la mirada se desvela como perdida en un lenguaje tan extraño...
implora vida.
Resuena en el aire invernal, las cuerdas de cientos de guitarras en una sola. De cientos de personas, en una sola.
Implora vida.
Sombras circulares se espejan en la madera curtida y brillante. ¿Dé que árbol, se ha hecho esta casa?
Se lo imagina, a tientas, entre las informaciones codificadas por saberes mundanos.
Implora vida.
¿Será ésta, la soledad madrugadora, la única verdad? La magnificente verdad...
¿Cuál es la incesante necedad de ser reconocida, vista, realmente vista, aunque sea solo por un pequeño escape de la realidad?
Música del sin tiempo, ¿Por cuántos rincones se te ha buscado?
¿Dónde se esconde, cobarde, tu descendencia? Aquella capaz de reescribir la historia pisoteada por los aún más cobardes...
Implora vida.
La carne danza sola, si se le permite. De sí, se origina un destello de luz entre la densa oscuridad, cómo un cúmulo de lejanas estrellas, suaves, cálidas, vivas en sí mismas.
No existe cultura, aún, que pinte colores, que delimite técnica, a esa independiente danza.
Fríos humanos han buscado insaciable mente al ánima.
¿Cómo es su forma?
¿Dónde se aloja?
¿Cómo se ve?
Ella danza
e implora nada más que vida.
La danza de la tierra,
del mundo,
es el ánima viva.
"Manténgase secreta", susurra un cobarde.
"Que solo los benévolos puedan encontrarla", adhiere otro...
Hablan desde el miedo, con razón, con recelo...
El ánima carece de miedo.
Confía en la vida.
domingo, 28 de junio de 2020
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