lunes, 8 de junio de 2020

Quiero escabullirme al silencio de la tierra.
Donde no hay hambre, engaños ni guerras.
Donde no hay canibalismo del espíritu ni corre inocente sangre por ordenanzas siniestras.
Donde ningún ser vale por encima de otro, donde el conjunto equilibra la existencia.
Donde el bien y el mal no lo decreta nadie.
Donde la ética y la moral nunca hayan surgido,
que de lo que llaman salvajismo, aprenda que es naturaleza.
Donde los que no tienen depredadores, no se abusan, porque vivir en lo alto implica alimentarse de carroña. O ser grande, rápido y fuerte, implica soledad, caminatas largas y cazar con exito solo una vez por semana, con suerte.
Donde sobrevivir y perpetuar la especie, sea por mandato divino pero sobre todo terrenal, porque cada una de las semillas tienen una misión especial.
Donde, desde los más pequeños hasta los gigantes, desde los casi imperceptibles hasta los conocidos, tienen un objetivo en común, y solo uno: ser.
Y ser no conlleva establecer la supremacía del propio ser. Sino simplemente ser, aunque unos se coman a otros, aunque unos parasiten a otros, que al final se respira el mismo aire y se bebe el mismo río, que eventualmente se unirá al océano.
Que el orden (y la cadena) no es más que un ciclo, que un círculo, que una espiral.
Ningún animal se nutre de los de su misma especie, y si en algún caso lo hacen, es por la causa mayor. Todos los espíritus reconocen su chispa en el fuego universal...

La humanidad me duele, por eso quisiera transformarme en el crujir de las ramas o en una semilla esparcida por la brisa. Pero no me ha tocado, y percibo mi chispa, la siento en lo profundo de mi corazón.
No puedo, consciente o inconscientemente, separarme de la especie. (Al menos no por un largo rato).
Entonces observo. Me confundo, me enojo, me pierdo.
Entonces observo, y creo creer, que la naturaleza del ser humana es el asombro.
La capacidad mental, la razón, es como sostener el cuchillo del lado del filo. Quizás aquello que las grandes mentes han establecido como la evolución ante las otras especies, solo sea nuestra propia fosa. ¿Quién no se ha acribillado a si mismo con sus pensamientos?. Quizás solo sea nuestra propia condena y por ende, nuestro más fatal desafío, por el que como animales no animales hemos de luchar por sobrevivir...
La oportunidad de observar, y solo observar, nos ha comenzado a asfixiar por dentro.
El observar y entender, nos ha dado ideas. Y las ideas, acciones.
¿De dónde nace la idea de que, realmente, podemos conquistar?
Dudo de que una hormiga no tenga consciencia de si misma y del todo que la rodea, es más creo que lo comprende aún mejor que yo misma... Pero la hormiga, supongo, no debe estar queriendo transformarse en humana o en piedra.
Detrás del ser está el ansiado saber que solo aparece cuando no existe el deseo de saber, porque es el deseo el que nubla el corazón.
Mi corazón late, mi útero late. La tierra también.

Asombrarse no es de ilusos. Las experiencias más maravillosas que he vivido han sido gracias a la naturaleza. Amo infinitamente comprender mi tamaño y mi tiempo ante la observación de toda manifestación de la tierra.
La experiencia más cercana a ésta ha sido ver a los ojos a otrx ser humanx.
El asombro es como el silencio de la tierra, siempre estará sonando algo, un aleteo, un viento, una vibración... el único silencio entonces, es el de la mente, que encuentra su verdadero espacio. Y del asombro, nacerá la creación en sí misma. Que la humanidad deje su huella tranquila: Es el arte quien perpetuará, no la especie, sino la vida.
El asombro no significa para mí griterío, ni sustos. Sino ese repentino aire que infla el pecho y que se expande ante lo observado, haciéndose uno.
El asombro es esa chispa del fuego universal, que nos libera de la incandescencia de las llamas conjuntas, a través del aire, hacia la negrura de la noche. Es salirse de las sombras que, apabullantes, nos rodean pero no nos encierran.
Es vital reconectar con la tierra. Observar ya no para sobrevivir, siquiera para vivir (y mucho menos dominar) sino para ser con el ciclo evolutivo natural.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

En mi letargo, una taza de café es un oasis. No estoy sola. Junto a ellas buscamos una cafetería. Entre árboles, se esconden unas escaleras ...