viernes, 8 de enero de 2021

Kronos

Todo lo que vi, todo lo que soñé.
Los personajes idílicos que alguna vez, en el umbral, interpreté.
Las cientos de imágenes que mi cerebro ha interiorizado.
Todo para este momento,
este preciso, 
precioso momento,
en el que soy, en parte, quien quería ser. 

La otra parte, es la densa autoexigencia que me corrompe el necesario descanso.  Lo banaliza, categoriza, le pone precio a mi cabeza. Me retrae a siglos pasados, donde el corsé era lo que me quitaba el aire, pero nunca la desobediencia, pues la videncia hacía estragos. (Dentro del corsé, también podían esconderse objetos preciados, o herramientas necesarias para la supervivencia. No se reconoce mucha diferencia a hoy día).

Las músicas se mezclan, los orígenes también.
La emoción continúa haciéndose latidos.
Advertencia: La certeza puede doler.

Tengo que volver a viajar. 
La tierra me queda chica, el tiempo me queda chico. Les humanoides también. 
Sin embargo, me esfuerzo. 

El elixir de vida me detiene en el tiempo... puedo ver un futuro que deseo: más elixir, más vida. Más nobleza en las sensaciones y en los sabores. No me interesan vacías cuantías. Puedo con el período de abstinencia, pero debe ser equilibrado, en algún momento, con su exceso como contracara... con la dosis justa. Ya no puedo mendigar el conocimiento previo, no puedo abandonarme por entera hacia la incertidumbre, que no tendrá que ver con el asombro y sorpresa, sino que es parte de la conformación personal la que hace necesaria la previa atención interior, el análisis de las posibilidades. 
Sin prisa, aguardo, como lo hace la Reina de la noche, y de la selva.
Aguardo simplemente,
al preciso, 
al precioso momento, en el que soy quien quiero ser. 


Qué peligro la romantización de la vida. 
No quiero olvidarme, por eso cuelga un viejo vestido en la pared de mi habitación. ¿Podré ser capaz de elegir mis recuerdos?. No por escapatoria a los hechos de la vida, sino por supervivencia. 
¿Por qué en mi hogar siempre co-existe tanta gente?.
¿Quién me espía del otro lado de mi ventana?.
Ojalá las plantas sobrevivan a mí. 

¿Cómo se hace para desapegarse de la historia,
sin correr riesgo de volver a escribirla,
con sangre en la tinta?.
¿Es posible, borrarse a sí misma, y no hacerse cargo del dolor ajeno? Cuando es el dolor ajeno el que más duele...
¿Podré ser capaz de no hablar de mí?.

        


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