En un rincón (siempre en algún rincón)
nieva nieve que no hiela.
Podrían ser retazos de una flor o de un fruto de algodón que viene viajando desde muy lejos.
O bien, podrían ser miguitas de las nubes que, en este precioso momento, vuelan casi tan rápido como corre el río dorado. En algunos otros rincones de ve rojo o blanco (el río).
Mientras que el monte comienza
casi imperceptiblemente
a amarillarse,
las copas de los sauces bostezan amarillo del sol, de tanto tanto sol.
Al igual que una Mora juvenil que, aferrada a una piedra deslizante,
es embebida (podría asegurar, en todas las estaciones), por el río.
"¿Serán blancas o moradas sus moras?",
le pregunto al futuro.
Y como al futuro le gustan las adivinanzas,
en sus pistas,
me pregunta si de verdad quiero saberlo.
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