miércoles, 27 de marzo de 2019

o amor em paz


Comencé por respirar
el puente de su cuello.
Con los ojos cerrados podíamos rendirnos al mareo,
pero mis labios eran guía en este virgen terreno.

Rocé suavemente su hombro derecho 
con mi boca,
a la vez que mis manos acariciaban 
su vientre,
y casi sin tocarnos demasiado,
bailamos el etéreo ritmo 
que solo los esclavos se animan a desarmar
desvalijándose de sus cadenas,
para librarse a la meditación que surge,
sola y únicamente,
de la electricidad conducida por un mar calmo.

Mi mano izquierda alcanzó,
hipnotizada,
su pecho izquierdo…
hasta resignarse en su garganta,
a la vez que mi mano derecha rodeó siempre su vientre
hasta alcanzar su cadera baja.

no se escuchaba más
que el silencio
del incipiente deseo
por socavar
ese portal 
tan vacío de miedos.

entendí que no me alcanzaba con mojarme
con el agua tibia del cielo
hasta que sentí la ofrenda de su saliva en 
mis dedos, mientras sostenía su mandíbula.
y entregándome a sus disimuladas exigencias
acabé
por acariciar sutilmente
su punto de inflexión,
para claudicar en unas últimas palabras:
“no creo que resista amarte aún más como en este momento”

Afuera llovía
y adentro también.

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