sábado, 26 de marzo de 2022

Partirse

En un gastado amanecer, los ojos contrastan, frágiles, con el reino de la arena. 
Está expuesta la piadosa lágrima pero nadie se atreve a mirarla aunque ésta se escape, indecorosa y maldita...
Ante el atemorizante desafío, una de las miradas remueve la parasitaria enredadera de Chronos para alcanzar cada oportunidad de mimetizarse. Sutilmente, como si fuese rutina al despertar, las bocas se funden con la piel en un delicioso y suave registro de los niveles de rocío. 
¿Cuán poderoso y vital es el deseo? 

"La lluvia borrará las promesas y los sueños inútiles", busca interrumpir la paciente sombra. 

Más allá del reír y llorar,
del efímero "Había una vez", 
del orden y caos, 
y las cientos de preguntas... 
En el encuentro de los labios, un "Gracias por esta antología" se escapa susurrante.


Entre cuerpo y mente, sutilezas de la mirada.
Amantes llorando demuestran cuán vivos estamos.

jueves, 24 de marzo de 2022

El cielo se abrió en blanco y negro. 
"El cuco existe, es un hábil nadador. Abrí tu corazón", enseñó. 

No por lejanos eran idílicos los tiempos del abracadabra. 

El reinado de los muros

Proyección: una entrada directa. Lo que provoca que la luz haga milagros en cada rincón. 

Eran diferentes, nada más ni nada menos, porque podían escuchar los colores.
Para escucharlos, no le tenían miedo a la oscuridad. 
La naturaleza del lector puede cruzar ríos de gran caudal. 
A la vera, mágica inmensidad de quiénes somos. Las tardes de lectura, nuestro mayor tesoro. 
No te hubiera importado jugar, delirar, como si fuera ayer.  -
Así, como todo aquello que conservamos en el núcleo más íntimo e inconsciente: la revolución de nuestras ideas y emociones. 
Entre los cuatro árboles más curiosos del mundo, la presencia de un predador con una enorme interacción con su entorno natural. 

Memoria, 
la llave 
o embarrarnos. 

martes, 22 de marzo de 2022

 (...)

Y como si todo el discurso utópico y esperanzador que acababa de dar no significara nada, lo miró a los ojos y le preguntó: 
 "¿Alguna vez te pusiste a pensar en la posibilidad de que la existencia humana tenga como único objetivo experimentar su propio exterminio?".


La sensación que estaba buscando, llegó: 

Anonimato.
Anónima todo.
Ánimo de anonimatarse. 
Animarse al efecto anónima del ánima. 


Camalote

Descompongo, frente al agua rancia,
la dureza de mi piel,
la crudeza de mi mirada.

Recompongo, entre la basura acumulada,
la proeza de mis pies,
la prosa de mi alma. 

Reconforto, dentre los edificios de papel,
la pureza de mis palabras,
la rudeza de lo que se calla.

Y, aunque el veneno siga consumiéndome por dentro, la belleza continúa figurándose ante mis plegarias.

 Entre lo tradicional y lo bizarro, 
el peregrino encuentra refugio.
 Y como puede echarse a andar verborrágico y sin miedo,
antes de morir,
funda el diccionario emocional.

 Desde la noche,
se desplazan sensaciones odiosas.

Atravesar la singular intensidad
que alberga fragmentos 
de la prueba más fiel:
 
El valor de unx mismx.

El verbo se hizo nuestro mayor tesoro. 

domingo, 13 de marzo de 2022

¿Será posible 
por vez única
la descomposición de lo eterno? 


"¡Qué rápido se me escurre el tiempo en este lugar! Casi podría determinar que los minutos son días y los días, meses" confesó alarmada. 
Y es que no era cuestión de disfrute o desconexión sino, más bien, de acostumbramiento. 
En este lugar, 
no se podía ver la trayectoria del Sol y mucho menos la ubicación de La Vía Láctea.
Era entonces, de lo más lógico, perderse en el tiempo, perderse el tiempo o volverse perdedora en la carrera del tiempo. 
Había sido testigo de cómo su sombra se transformaba en un arlequín de sí misma. 
Dentre las multiplicidades convivientes, era la Sombra la que más se entristecía en este lugar, ya que... 
no tenía tiempo. 
Vivía adormecida en una vigilia constante y solo salía a relucirse ante las asquerosas conductas de las identidades más frías y extrañas del mundo. Sobre todo frías, ya que no había en sus ojos un ínfimo destello de vida. La sombra se aterrorizaba de la normalidad en la que ahora su naturaleza sucumbía. 
¿Dónde estoy yo? ¿Dónde está mí danza? ¿A quién podré expresarle mí Oda a la noche, si el día la acribilla?...


La mano (que me pertenece y le pertenezco).

 Afilar, pacientemente, dejando al alma estremecerse con los sutiles sonidos del ritual de preparación.

Una vez más, solo por el placer que produce la línea fina abriéndose, para darle paso a la obscura línea de la profundidad.

Abro los ojos. Ante mí, una ventana hacia la noche:
 Las ramas de los espinillos y algarrobos formando un techo.
Sus espinas, un gran nido.
Parezco estar en un submarino.
De fondo, el brillante cielo. Las estrellas y los bichos latiendo… Latentes, inertes e independientes a la concepción de mis sentidos. ¿Me observará el monte, como yo le observo?
Vuelvo a fijarme en la ventana del submarino y creo que, con mí mano, podría atravesar el vidrio.

Negra y densa,
hecha por completa de sombras,
se estira la mano que me pertenece y le pertenezco
para unirse, por fin, a la noche.

En el boceto, la mano traspasa el vidrio como si éste fuera inexistente.
Se vuelven una, la mano y la noche,
la mano y los árboles,
la mano, el cielo y los bichos.
La mano, el silencio y los sonidos.
Boceto de la mente.
Pero,

en lo plano,
la mano se hiela ante el cristal del submarino que la separa del monte y la noche 
y aunque busca salida
la palma palpa pero no la encuentra.
La mano se siente herida, vacía, engañada y dolida.
Encerrada.
La mano está encerrada en un níveo y andariego submarino que parece ser un paraíso pero solo es su cárcel.
Está encerrada en una cápsula del tiempo,
y afuera…
el monte nativo, negro, libre y vivo.

Ante la frustración, se visualiza la mano saliendo de su guarida como si la ventana estuviera ahora compuesta por agua.
Vuelve a lo llano y comprende que no hay salida. En verdad… no hay otra salida, más que entregarse a la muerte
. La muerte siempre tan dispuesta.

La mano afila su letal arma. Morirá y nunca nadie sabrá que vivió.
Afila, prueba, pincha. Marca.
Vuelve a afilar, pacientemente, dejando al alma estremecerse con los sutiles sonidos del ritual de preparación.
La dulce paradoja de darse muerte para liberarse, como la muda de piel o el picaje.

“Una vez más, solo por el placer”
implora la mano que me pertenece y le pertenezco.

El arma se deleita ante el descaro.
Se desnuda y en pigmento negro, como la noche y el monte, 
el lápiz y la mano,
escriben.

viernes, 4 de marzo de 2022

Es todo danza y abrazos

Es mío. 
En este momento, es mío.
Todo mío. 
Este momento es mío. 
No le quiero poseer pero, 
en este momento,
le poseo, le poesía, le paseo la piel con mi piel. 
Con mis dedos, trazo sinuosas rutas en la memoria.
Me posee, me poesía y me pasea. 
Me aplasta sin oprimirme. 
Me permite sentir el peso de su cuerpo y la fragilidad de su existencia. 
Me entrega su respirar y su pecho. 
Le rodeo y me rodea. 
Casi como si fuéramos un mismo cuerpo, nos enredamos.
De pies, de brazos, de dedos, de cuello. 
Y, en este abrazo,
quisiera protegerle del mundo entero. 
Entonces, le protejo. 
Acaricio suavemente su pelo 
y más de vez que de en cuando, 
le susurro un beso. 
En silencio le cuento cuentos y sueños. 
Ni míos ni suyos, 
sino de ese mundo que podría ser maravilloso, como este momento. 
Sin miedos, le protejo. 
Y no lo sabe, pero también me está protegiendo. 
Y no lo sabe, pero me abre la puerta
y su mundo es tan suave y tierno...
Entro despacito, no quisiera romper con algo tan bello. 
Mis pasos son calmos, casi que no tocan el suelo. 
Le cuido de mí y me cuida de sí. 
Somos como el monte que nos abriga. Me refiero a que
si bien tiene espinas capaces de enterrarse en la piel
haciéndola arder durante días,
son las mismas hojas que envuelven a las espinas,
las que poseen en sus nervaduras 
el remedio para las mismas. 
Y son sus frutos, y son sus flores tan dulces,
y sus aromas tan frescos. 
Y como el monte, tenemos espinas... Y flores, y besos. 
Tengo espinas, y también tiene espinas. 
Pero, sobre todo,
tenemos abrazos y caricias
y este momento. 
Y no lo sabe pero me inspira
a escribirle, 
a escribirme y a escribirnos. 
Por eso ya no le poseo, se lo entrego al mundo:
Nuestro momento-poesía. 

El hogar de La Garza Blanca (y otros pájaros)

 En un rincón (siempre en algún rincón)
nieva nieve que no hiela. 
Podrían ser retazos de una flor o de un fruto de algodón que viene viajando desde muy lejos. 
O bien, podrían ser miguitas de las nubes que, en este precioso momento, vuelan casi tan rápido como corre el río dorado. En algunos otros rincones de ve rojo o blanco (el río). 
Mientras que el monte comienza
casi imperceptiblemente 
a amarillarse,
las copas de los sauces bostezan amarillo del sol, de tanto tanto sol. 
Al igual que una Mora juvenil que, aferrada a una piedra deslizante, 
es embebida (podría asegurar, en todas las estaciones), por el río. 
"¿Serán blancas o moradas sus moras?", 
le pregunto al futuro. 
Y como al futuro le gustan las adivinanzas, 
en sus pistas,
me pregunta si de verdad quiero saberlo. 




En mi letargo, una taza de café es un oasis. No estoy sola. Junto a ellas buscamos una cafetería. Entre árboles, se esconden unas escaleras ...