En un gastado amanecer, los ojos contrastan, frágiles, con el reino de la arena.
Está expuesta la piadosa lágrima pero nadie se atreve a mirarla aunque ésta se escape, indecorosa y maldita...
Ante el atemorizante desafío, una de las miradas remueve la parasitaria enredadera de Chronos para alcanzar cada oportunidad de mimetizarse. Sutilmente, como si fuese rutina al despertar, las bocas se funden con la piel en un delicioso y suave registro de los niveles de rocío.
¿Cuán poderoso y vital es el deseo?
"La lluvia borrará las promesas y los sueños inútiles", busca interrumpir la paciente sombra.
Más allá del reír y llorar,
del efímero "Había una vez",
del orden y caos,
y las cientos de preguntas...
En el encuentro de los labios, un "Gracias por esta antología" se escapa susurrante.
sábado, 26 de marzo de 2022
Partirse
jueves, 24 de marzo de 2022
El reinado de los muros
Para escucharlos, no le tenían miedo a la oscuridad.
martes, 22 de marzo de 2022
Camalote
Descompongo, frente al agua rancia,
la dureza de mi piel,
la crudeza de mi mirada.
Recompongo, entre la basura acumulada,
la proeza de mis pies,
la prosa de mi alma.
Reconforto, dentre los edificios de papel,
la pureza de mis palabras,
la rudeza de lo que se calla.
Y, aunque el veneno siga consumiéndome por dentro, la belleza continúa figurándose ante mis plegarias.
domingo, 13 de marzo de 2022
Era entonces, de lo más lógico, perderse en el tiempo, perderse el tiempo o volverse perdedora en la carrera del tiempo.
La mano (que me pertenece y le pertenezco).
Una vez más, solo por el placer que produce la línea fina abriéndose, para darle paso a la obscura línea de la profundidad.
Abro los ojos. Ante mí, una ventana hacia la noche:
Las ramas de los espinillos y algarrobos formando un techo.
Sus espinas, un gran nido.
Parezco estar en un submarino.
De fondo, el brillante cielo. Las estrellas y los bichos latiendo… Latentes, inertes e independientes a la concepción de mis sentidos. ¿Me observará el monte, como yo le observo?
Vuelvo a fijarme en la ventana del submarino y creo que, con mí mano, podría atravesar el vidrio.
Negra y densa,
hecha por completa de sombras,
se estira la mano que me pertenece y le pertenezco
para unirse, por fin, a la noche.
En el boceto, la mano traspasa el vidrio como si éste fuera inexistente.
Se vuelven una, la mano y la noche,
la mano y los árboles,
la mano, el cielo y los bichos.
La mano, el silencio y los sonidos.
Boceto de la mente.
Pero,
en lo plano,
la mano se hiela ante el cristal del submarino que la separa del monte y la noche
y aunque busca salida
la palma palpa pero no la encuentra.
La mano se siente herida, vacía, engañada y dolida.
Encerrada.
La mano está encerrada en un níveo y andariego submarino que parece ser un paraíso pero solo es su cárcel.
Está encerrada en una cápsula del tiempo,
y afuera…
el monte nativo, negro, libre y vivo.
Ante la frustración, se visualiza la mano saliendo de su guarida como si la ventana estuviera ahora compuesta por agua.
Vuelve a lo llano y comprende que no hay salida. En verdad… no hay otra salida, más que entregarse a la muerte. La muerte siempre tan dispuesta.
La mano afila su letal arma. Morirá y nunca nadie sabrá que vivió.
Afila, prueba, pincha. Marca.
Vuelve a afilar, pacientemente, dejando al alma estremecerse con los sutiles sonidos del ritual de preparación.
La dulce paradoja de darse muerte para liberarse, como la muda de piel o el picaje.
“Una vez más, solo por el placer”
implora la mano que me pertenece y le pertenezco.
El arma se deleita ante el descaro.
Se desnuda y en pigmento negro, como la noche y el monte,
el lápiz y la mano,
escriben.
viernes, 4 de marzo de 2022
Es todo danza y abrazos
Todo mío.
Me permite sentir el peso de su cuerpo y la fragilidad de su existencia.
El hogar de La Garza Blanca (y otros pájaros)
En mi letargo, una taza de café es un oasis. No estoy sola. Junto a ellas buscamos una cafetería. Entre árboles, se esconden unas escaleras ...
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Un pequeño cisne se abre paso y vuelo desde la copa de un quebracho juvenil. Todavía queda monte... Se respira un viento cálido que hace ...
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(I) Un mundo (a)parte (a)fuera de mí. Yo soy como ese borde frágil de una hoja de papel que, ante un brutal descuido, te corta, ...
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