Durante las madrugadas dónde los silencios son música,
nacen los seres que no aguantan el ritmo de vida de los días. Podes
reconocerlos como aquellos que a la luz del sol vagan hipnotizados observando
una realidad que, tal vez, mucho no entienden, pero en la oscuridad de la noche
son.
Difícil que los conozcas, en cambio, si no los ves en
esas horas.
Son los verdaderos vampiros, robots, zombies que encarnan
vida.
Jamás conocí a uno de ellos, que durante el día, sean.
Supongo que es una cuestión de energía.
Yo, particularmente, admiro las horas en que los demáses
descansan. Han de ser para mí, mis horas de cumplimiento.
Puedo verlos en pinturas o escritos, en música o
delirios. En teorías o en angustias, en epifanías o en versos sencillos.
Contienen en lo que crean, la lucidez de haber vivido y muerto, sin haber nunca
desaparecido.
Me di cuenta que era parte de esa tribu cuando siendo
adolescente solo podía estudiar en esas horas. Encontraba allí, el resguardo de
que el tiempo no exista. Creo que siempre busqué esa sensación de la
atemporalidad.
El tiempo lineal me asusta, me cuesta entenderlo y
vivirlo. Supongo que será porque jamás lo realmente vívido lo he vislumbrado en
la linealidad. Creo que soy más del tipo espiral. El mareo de las vueltas me
hace sentir el desequilibrio y eso, demasiado me gusta. Digo demasiado, porque
ante el voltereo surgen las náuseas.
Un poco que lo que me desestabiliza me atrae. Será que
siempre fue todo así alrededor y no puedo salir, del todo, de esa vorágine.
Usualmente, suelo imaginarme en otras épocas. Qué sería
de mí en estas circunstancias pero en otra época, me mueve de eje, es como un
pensamiento que viene, lo veo, y se va.
En algún momento, deseaba haber nacido en otro tiempo. Comencé
a creer que en realidad, si tanto resonaba con eso es porque ya lo había vivido
y luego de esos pensamientos, creí fervientemente en la reencarnación. Habiendo
leído tanto sobre ellos, comencé a buscar memorias de otras vidas, o de esta
vida que haya seleccionado olvidar. Buscaba en eso alguna pista, alguna
respuesta. Habiéndolas encontrado, me aburrieron. Deje de encontrarle el
sentido. Aunque, aún, usualmente, suelo imaginarme en otras épocas.
Ahora, solo me percato que a mi corta edad, fumo
demasiado.
Escribo demasiado.
Y es lo que me invita a vivir.
En los últimos meses he pensado que podría morir. No
porque desee hacerlo, sino porque podría.
Mirar hacia adelante, hacer planes, imaginar lo que deseo
e ir por ello... tampoco le encuentro sentido. Quizá podría verse como
depresión o apología al suicidio, pero no, no es la cuestión. Es solo
aburrimiento. No podría suicidarme porque me excita vivir. Me excita sentir el
cuerpo. Me gusta conocer lo que no había conocido, y me gusta adentrarme en lo
poco que he conocido. No podría cometer tal crimen hacia mí misma. Además
considero haber muerto en varias ocasiones y, en verdad, no le he encontrado
mucho gusto. Es placentero sí… pero no como para, conscientemente, de alguna
manera, elegirlo.
A veces me miro en el espejo para ver mis ojos. Para ver
cómo se ven mis ojos desde afuera.
A veces he practicado miradas de engaño, para que quién
me vea no me encuentre.
Me pregunto qué verán de mí desde afuera. Qué imagen les
regalo, qué personalidad guardan en su archivo de conocimiento.
Me pregunto si alguien, en este mundo, considera
conocerme.
Me pregunto si yo puedo hacerlo, cuando siento que hay
tanto en lo que no soy. Cuando hay tanto en lo que no me atrevo a ser.
Sin embargo, le agradezco con mi alma a los que son.
De la grandeza hacia la sutileza.