viernes, 28 de diciembre de 2018

Magia


La creación, en sí misma, comienza aún mucho antes de lo que podemos concebir como el comienzo.  No existe desde la primera palabra que da inicio a la historia, ni siquiera desde la primera letra. Tampoco de la visualización de la idea, previa, a la acción de crear.
La creación, en sí misma, comienza en el instante en que los ojos se cierran para abstraerse de este mundo y una emoción en particular invade el cuerpo del creador. Es la implosión divina que moviliza absolutamente todo lo que creemos, como dar vuelta la rueda de la fortuna o la regeneración de las células, y muy probablemente, no demos cuenta de la relación entre ese instante y la acción, hasta que surge la primera letra de la primera palabra que da inicio a la historia. Y es atemporal, la creación y la emoción del escritor y del lector, porque no termina, aunque hayas llegado al punto final.
O al menos, es lo que me sucedió a mí con ella.

martes, 18 de diciembre de 2018

Solía pensarme alejada al mundo hasta que decidí comenzar a caminarlo.
Ahora tengo ansias de un volcán.
Verá, es que tengo muy buen apetito.
Me veo, a pie de él, en espera de ese subidón de energía para avanzar.
Creo que yo soy un volcán.
y cuando encuentre mi voz,
cantaré plegarias en tu nombre.
Te demando que me escribas,
ahora, que estas leyendo.
Porque yo soy débil,
y como siempre, no me atrevo.

Conjuros



Durante las madrugadas dónde los silencios son música, nacen los seres que no aguantan el ritmo de vida de los días. Podes reconocerlos como aquellos que a la luz del sol vagan hipnotizados observando una realidad que, tal vez, mucho no entienden, pero en la oscuridad de la noche son.
Difícil que los conozcas, en cambio, si no los ves en esas horas.
Son los verdaderos vampiros, robots, zombies que encarnan vida.
Jamás conocí a uno de ellos, que durante el día, sean. Supongo que es una cuestión de energía.
Yo, particularmente, admiro las horas en que los demáses descansan. Han de ser para mí, mis horas de cumplimiento.
Puedo verlos en pinturas o escritos, en música o delirios. En teorías o en angustias, en epifanías o en versos sencillos. Contienen en lo que crean, la lucidez de haber vivido y muerto, sin haber nunca desaparecido.

Me di cuenta que era parte de esa tribu cuando siendo adolescente solo podía estudiar en esas horas. Encontraba allí, el resguardo de que el tiempo no exista. Creo que siempre busqué esa sensación de la atemporalidad.
El tiempo lineal me asusta, me cuesta entenderlo y vivirlo. Supongo que será porque jamás lo realmente vívido lo he vislumbrado en la linealidad. Creo que soy más del tipo espiral. El mareo de las vueltas me hace sentir el desequilibrio y eso, demasiado me gusta. Digo demasiado, porque ante el voltereo surgen las náuseas.
Un poco que lo que me desestabiliza me atrae. Será que siempre fue todo así alrededor y no puedo salir, del todo, de esa vorágine.

Usualmente, suelo imaginarme en otras épocas. Qué sería de mí en estas circunstancias pero en otra época, me mueve de eje, es como un pensamiento que viene, lo veo, y se va.
En algún momento, deseaba haber nacido en otro tiempo. Comencé a creer que en realidad, si tanto resonaba con eso es porque ya lo había vivido y luego de esos pensamientos, creí fervientemente en la reencarnación. Habiendo leído tanto sobre ellos, comencé a buscar memorias de otras vidas, o de esta vida que haya seleccionado olvidar. Buscaba en eso alguna pista, alguna respuesta. Habiéndolas encontrado, me aburrieron. Deje de encontrarle el sentido. Aunque, aún, usualmente, suelo imaginarme en otras épocas.

Ahora, solo me percato que a mi corta edad, fumo demasiado.
Escribo demasiado.
Y es lo que me invita a vivir.
En los últimos meses he pensado que podría morir. No porque desee hacerlo, sino porque podría.
Mirar hacia adelante, hacer planes, imaginar lo que deseo e ir por ello... tampoco le encuentro sentido. Quizá podría verse como depresión o apología al suicidio, pero no, no es la cuestión. Es solo aburrimiento. No podría suicidarme porque me excita vivir. Me excita sentir el cuerpo. Me gusta conocer lo que no había conocido, y me gusta adentrarme en lo poco que he conocido. No podría cometer tal crimen hacia mí misma. Además considero haber muerto en varias ocasiones y, en verdad, no le he encontrado mucho gusto. Es placentero sí… pero no como para, conscientemente, de alguna manera, elegirlo.

A veces me miro en el espejo para ver mis ojos. Para ver cómo se ven mis ojos desde afuera.
A veces he practicado miradas de engaño, para que quién me vea no me encuentre.
Me pregunto qué verán de mí desde afuera. Qué imagen les regalo, qué personalidad guardan en su archivo de conocimiento.
Me pregunto si alguien, en este mundo, considera conocerme.
Me pregunto si yo puedo hacerlo, cuando siento que hay tanto en lo que no soy. Cuando hay tanto en lo que no me atrevo a ser.

Sin embargo, le agradezco con mi alma a los que son.


De la grandeza hacia la sutileza.


A quién en esta fría madrugada me ande leyendo, le dedico la próxima pieza.


No sé cómo he logrado llegar a este punto de intensidad en mi vida.
Intento recordar en qué momento hubo un click, un desbloqueo, un trauma o un beso, que me haya arrastrado hacia este valle de desconcierto.

Siento que no puedo dejar de sentir...

... y cuánto antojo de ello tengo.



Existen tantas angustias que ya ni sé como debo llorarlas. 
A veces creo que de pronto despareceré 
simplemente me esfumaré
y reapareceré siendo una pequeña gota de agua
en el más vasto y oscuro océano
seré desde la superficie
para luego sumergirme a ese fondo inconcebible
dónde ningún ser humano se ha atrevido a adentrarse
dónde ningún ser humano sabe qué hay allá
y entonces,
no deberé de llorar, 
porque ya seré el llanto de la tierra. 

Otra hoja en blanco delante de mí,
aún más tinta emana de la yema de mis dedos,
otra oportunidad para expresar,
tanto qué decir...
pero
no saber cómo hacerlo.

Hemos convertido del mundo
un lugar demasiado hostil para las palabras
tanto es así
que a veces no me animo a escribirlas, 
mucho menos decirlas.

Me he convertido en la propia cobardía,
disfrazada de ironía,
escondiendo miedos en la garganta.

Escribir por escribir,
crear por crear.
Hacer por hacer no tiene sentido,
a menos que hagas arte.

lunes, 17 de diciembre de 2018

Hacer poesía de la depresión
es como aguantar suicidarse.
Puedo hacer una obra maestra
entre hojas recicladas
lo único que necesito es un poco de protesta
y muchas ganas de que las máscaras se caigan.

Con mentiras, a otro lado
la poesía no tiene tiempo para halagos ni engaños.

Cuando quieras te presto mi lapicera
a ver si de tanta mierda podes rescatar un poco de belleza.

sábado, 15 de diciembre de 2018

Los rinocerontes me persiguen
me arrastran a su locura
y yo me dejo arrastrar
no a sus engaños y mentiras
eso no lo acepto aunque me obliguen.

yo no se que hacer
su cuernos son mas fuertes que mis huesos
y su piel también.

la estampida me acelera el corazón
y yo estoy entre
entregarme a la muerte siendo aplastada
o a oponerme con firmeza
ante el ultimo segundo
en que sus cuernos me atraviesan.

despertar será mi única salida,
pero es que los veo hasta despierta...

un sol y un barco
el horizonte cortado
lo incompleto e innecesario
un cerrojo extraño
y una llave perdida

Un desbloqueo más

Sabía que tenía que volver, de algún modo sin saber sabiendo.
Han pasado lo que creo que fueron unas tres semanas y aún no lo tengo claro, de hecho me siento más confundida que nunca.
En el micro de vuelta a la ciudad describí esa misma sensación y también que la claridad llegaría en algún momento, y luego de su siempre aguardada llegada, miraría hacia el comienzo de la confusión y lo entendería, así sin más. Pero ahora, estoy en esa etapa que me quita el sueño, en la que ni siquiera mi letra es clara, sino todo lo contrario.
Estoy a punto de dar un manotazo de ahogado como excusa a mi falta de valentía, escondiéndome una vez más en habladurías que suenan a encantos, y no sé si quiera hacerlo de esa manera pero tampoco sé si si me animo a tanto.
Creo que todavía no procesé una parte de mi vida que significó demasiado.
Ahora solo concibo vivir a flor de piel y eso, acá, me está ahogando.
Me siento como hace algunos años atrás dónde todos (hasta yo misma) buscaban que elija cómo, dónde y cuándo.

Estando sola, alejada de los allegados, me refugiaba en la libertad que me producía la escasez del tiempo lineal pero ahora, cada minuto significa un presagio de suerte mala.
He intentado preguntarle a mi mente cuál sería su próximo paso, como me aconsejaron, pero solo he logrado su silencio por un mísero rato.
Cuando me quedo sin recursos del tipo humanos acudo a la escritura, implorando que los versos se acaben cuando esté realmente lista para terminarlos. Busco aliados entre asquerosos intentos de  sonetos y palabras desconocidas, entre el tabaco y el llanto, pero a veces la angustia y la desesperación me oprimen demasiado y acabo por quedarme a mitad del recorrido, como otras tantas veces me ha pasado.

Acá las voces no se callan, parece que todos tuvieran la respuesta adecuada, pero ninguno de ellos estuvo ni cerca de lo que viví al elegir el camino extraño que elegí. No pueden imaginarse qué se siente aunque con fuerza lo intenten, y yo no se los pido ni los culpo, solo quisiera que asimilaran el valor de la intriga y el desencanto a la firmeza del cómo, dónde y cuándo.

En mis mil soledades solía entonces entregarme al placer de la incertidumbre, pero ahora rodeada de emociones conocidas, la incertidumbre me parece una inevitable condena a muerte, donde el tribunal del mundo de abajo no permitió la merecida defensa de todo ser que se aferra a la experiencia de la vida con esa adrenalínica energía que produce la esperanza ante la posibilidad de ser lanzada a las garras de los muertos que hambrientos aguardan. Y ante la impresión de conocer al tribunal, que hasta acá se había mantenido entre las sombras salvo por sus insoportables silencios, se develan sus rostros y mis ojos se queman, desgraciadamente, sin incinerarse. Y ahí me veo en el centro de un círculo donde me rodean quienes me sentencian sin carecer de juicios nefastos, y todos, son una representación de mí misma, en diferentes edades de esa vida a la que, en un principio, me quería aferrar y ahora, como siempre pero más que nunca, dudo.

Desde que he llegado no he podido mirar a los ojos a nadie.
Me han dicho que he creado un muro tan alto que ni volando lograré traspasarlo. Por necesidad o miedo, supongo que la existencia de ese muro ha de ser verdadera, pero no sé si realmente deseo derribarlo.
Soy un desastre.
Quisiera exiliarme al gustoso silencio que regala la paz de los instantes perfectos.
Desde que he llegado he escapado de las miradas, temo que si me atrevo a verlos rompa en llanto, y en este punto, me siento exhausta.
Quisiera descansar hasta que elija volver a despertar.
Tantos mambos no resueltos y no cantados...

Me desespera una vez más mi elección de esta travesía del desgarro de las burdas fantasías que nos han presentado como realidad. Y ya no puedo abstraerme del mundo de los extraños aunque con firmeza lo proyecte.
Me enferma aún más no verte que mirarte, y con todos mi esfuerzos anhelo que este nudo en mi pecho, se disuelva.



14-12-2018
Pilar, Bs.As.
Argentina. 

jueves, 6 de diciembre de 2018

A mi yo sin tiempo

Te veo
escaparte de mí una vez más,
por eso te lo recuerdo en cada esquina aunque aún no lo escriba.

Vuelo y salto en mis sueños, y me masturbo para luego despertar ansiando acabar... Y hacerlo.

Soy de odiarte en mis adentros
y amarte en mis infiernos.

De quererte
arrancar de mí
aunque se desgarre mi piel y nunca jamás vuelva a sanar.
Quererte
fuera de mí
aunque me queden cicatrices, pero
¡Fuera de mí!

Si tan solo fuera posible borrarte y que dejaras de existir en todas mis memorias...
Dejar de ser tan intensamente pasional que al recordarme contigo, me prenda fuego y
ceniza se vuelva mi cuerpo.
Si tan solo fuera posible poder congelar mi alma y mis recuerdos...

Nadie nos advierte que el precio a sentir es equivalente a nunca dejar de hacerlo. 

Muero en cada maldito instante en que te veo
sonriendo.

Quisiera rebobinar o viajar en el tiempo, decirle a mi yo del pasado que no hace falta desprenderse de lo eterno y
que no se aferre a la finitura de unos besos.
Que las sensaciones quedan para siempre para luego convertirse en mutantes de lo que alguna vez fueron.
Que aunque me hunda en los vicios seguiré siendo esclava de tus lamentos.
Que de nada servía amarte si no me ponía primero...
Que los finales nunca acaban, porque después de ellos, viene el verdadero y frío encierro.
Que el dolor no es pasajero sino placentero.
Que después de todo no veré otros ojos.
Que tendré tanta ira y tanto enojo que el dolor de cabeza será crónico.
Que no podría deshacerme de la poesía y la depresión, ni separarlas, ni elegir entre ellas.
Que moriré en cada verso solo por deleite.

Me diría tantas verdades a mi yo del pasado que me quedaría sin habla...
Pero si de todas, tuviera que elegir una sola para decirme (decirte)
advertiría que en verdad,
el tiempo no existe.

Terrenalidades 1

El poder de mis ojos de ver mas allá
aunque te quieras ocultar
aunque digan que el futuro no se puede adivinar.

El placer de una birome que se mueva y descargue con fluidez sobre una pulcra hoja de algún anotador de turno.

Sentir una canción, como dice mi abuela.

Conocer una nueva palabra.
Aprender otra forma de decir las cosas.

Ser consciente de la velocidad a la que me muevo en el tiempo y espacio cuando viajo en bondi por la autopista.

Escaparme y seducir miradas extrañas.

Decirte en silencio lo que siento.

Chasquear los dedos tres veces luego de estornudar, para que no vuelva a entrar.

Tener un ritual fijo.
La sangre probar y a la luna admirar,
a la distancia y en casa, a la vez.

Derrochar el espacio pero nunca el tiempo aunque nada esté haciendo.

Entregarme a los procesos creativos con gusto a pucho y madrugada.

Un ser excepcional

Entiendo la vida
a través de la poesía
no lo puedo evitar.
Cuando no me encuentro,
es en la poesía dónde me busco.
Me busco hasta en la forma que escribo,
en cómo se imprime la tinta desde los adentros haciéndose hacia los afueras con la pluma en mi mano sobre el papel,
me buscó ahí, cuando no me encuentro.
Y lo logro, porque cuando escribo soy real y nunca miento, ni con las palabras ni con las miradas.
Nunca me miento cuando me escribo, no podría hacerlo aunque quisiera.

A veces escribo desde el teclado y hacia una pantalla, por la rapidez... O para llegar a vos que estás leyendo,
pero nunca en lápiz, porque no vale para mí borrar.
Sí tachar, las veces que sea necesario.
Repensar,
recitar,
Tachar y reescribir.

Hay veces que analizo cada detalle que vos considerarías insignificante, un incipiente detalle de mí es que siempre me fijo en cada detalle.
Pero simplemente, a veces escribo para no morir en el siguiente intento de respirar, que puedo llegar a considerarlo casi utópico.

Me gusta releerme después de cierto tiempo.
Me doy el tiempo para hacerlo cuando (no necesariamente)
no soy quién solía ser al escribirlo
y así, reconocerme en el ayer.
Aunque hay letras y formas de conformarlas que nunca cambian.

Escribo rápido cuando nadie dentro de mí le impone a nadie.
Y escribo tan lento que cada espacio se hace carente de soledad. Y cada letra del sistema mayor es clave, única y seleccionada con el más fino cuidado que el poema deba merecer.

No lo puedo evitar.


domingo, 2 de diciembre de 2018

interésXtiempo

He movido mi cuerpo
Y me he movido de él.
He caminado miles de pasos,
incontables en verdad.

Te he arrancado de mi vida
pero, a veces siento que en realidad,
no pude hacerlo jamás.
Mi corazón fue cenizas.
Mi corazón desapareció. 
Y a veces fue la obsesión quién de él se adueñó.
Se hizo toda de mí y de los demás.
Se dibujaron fantasías
que acribillé
antes de que se terminaran de formar.
Creo, que después de nosotros,
jamás
volví a atreverme
a siquiera imaginar
todos los absurdos planes
que con pureza
y con inocencia
desplegamos entre sábanas.

Mi pelo aún se adorna con flores.
Y aún sé cómo sabe tu piel.
Aún me pongo nerviosa al esperarte como la primera vez
y sonrío,
Y me río
desde el centro de mi panza,
al escucharte
Ser.





En mi letargo, una taza de café es un oasis. No estoy sola. Junto a ellas buscamos una cafetería. Entre árboles, se esconden unas escaleras ...