En mi letargo, una taza de café es un oasis.
No estoy sola. Junto a ellas buscamos una cafetería.
Entre árboles, se esconden unas escaleras y al atravesar una puerta comienzan a figurarse mesas con largos manteles, velas y comensales. Escucho la música de fondo y suaves conversaciones.
Mis acompañantes quedan fascinadas.
Yo no creo que sea lo que busco; sin embargo, después de las aniñadas travesuras nocturnas,
una tacita de café parece ser el mundo entero y este lugar de seguro la tenga.
Camino buscando una mesa libre cuando, de pronto,
las palabras comienzan a dictarse, unas tras otras,
en ese himno que quisiera grabar en tinta y piel,
en oído y caracol,
en juego y beso
pero se me escapa.
Solo recuerdo que existen las semejanzas y que tal vez las pueda conocer y reconocer.
SOBRE UNA LUNA BRUNA
Que la sensibilidad rompa las cadenas de la domesticación
sábado, 29 de julio de 2023
sábado, 8 de julio de 2023
miércoles, 6 de julio de 2022
viernes, 1 de julio de 2022
Romance
Tómame,
arráncame, cruel e implacable,
de mis sueños;
y al hacerlo,
que sea el trino de las aves espantadas,
la última resistencia que entregue mi inconsciente.
viernes, 17 de junio de 2022
Mi árbol y sus mil albores
Mis pies son pequeños, tal vez unos 7cm menos. Están vestidos, sin patrón aparente, con cintas suaves y brillantes de color celeste.
Aunque se mueve, mis pies no tocan el suelo. En primer plano, bambolean como adormecidos en el aire donde están suspendidos. En segundo plano, el pasto está crecido.
Busco mi mano derecha, también pequeña. La encuentro apoyada en una rama donde ahora comprendo estar sentada. Al tacto, la corteza se siente áspera pero no violenta. Entierro mis dedos, también pequeños, en las sinuosidades y recovecos que marcan el crecimiento de la gran rama. Estiro mi mano hasta sentir el vértigo primero de la pérdida de equilibrio. No es tanto el camino recorrido. Levanto la mirada y veo que, a unos pasos, la gran rama comienza a abrirse en ramas más pequeñas. No veo hojas, pero sí frutos.
Los frutos, los albores, ni grandes ni pequeños, son de color rojo albor y se mueven despacito a un inaudible viento… ¿o con el bamboleo de mis pies pequeños? Los busco… continúan moviéndose como si no fueran parte de mi cuerpo.
Sin pensarlo, miro al frente. En lo lejano, hay un sol naciendo o muriendo al filo del horizonte. Lo rodean algunas nubes livianas. El cielo se ve azul, blanco, dorado… Y entre el sol y mi árbol, se extiende una extraordinaria planicie, un abundante pastizal. Hacia el final, otros árboles.
Busco la copa de mi árbol y lo veo grandioso, aunque con poquitas hojas y muchos frutos. Mi árbol y sus mil albores.
Quisiera probarlos, susurra y recuerdo los albores más cercanos.
Giro ligeramente la mitad de mi cuerpo y acomodo ambas manos en la gran rama. Trasladando mi peso hacia ellas, logro posicionar mis rodillas en la rama con un ligero desplazamiento. Soy ágil. Mis empeines encintados descansan en lo rugoso. Respiro y comienzo a gatear hacia los albores. Hago uno, dos y tres gateos hasta que siento que la rama se dobla un poco. Miro el suelo pero no siento miedo. Estoy tan cerca de ellos… Gateo una vez más y, hacia abajo, extiendo mi mano hasta alcanzar un albor que se desprende con sutileza. Lo atraigo hacia mi otra mano y, de igual manera, gateo en sentido contrario, volviendo a quedar sentada frente al sol.
Sobre mis piernas, reposa el albor en una sintonía perfecta al cuenco formado por mis manos. Parece que éste sí fuera parte de mi cuerpo.
Lo siento suave y fresco. Seguro por el bamboleo.
Lo acerco a mi nariz para olerlo. Huelo a fin de verano.
Lo apoyo en mis labios y lo muerdo. ¡Es suave, sí! Y fresco, dulce y ácido. Qué delicia es el albor.
Sonriente, busco el sol… ahora también es rojo y no sé si estoy saboreando un sol o un albor madurado por bamboleo.
Y mis pies… son pequeños.
martes, 14 de junio de 2022
Hambre
Pienso en comerte y te juro por dios,
con la importancia infantil que le doy a dios,
que voy a saborearte.
I.
Vals.
El violín se compadece de mis oídos y me entrega, sublime, la melodía que tanto adoro.
Te figuras humeante como si no hubiera duda de que te estoy imaginando.
Solo te rodea la oscuridad, sin embargo, tu cuerpo está iluminado.
Busco la fuente de luz y no la encuentro, quizá sean mis ojos, pienso. Te estoy videando, tal vez, con esa misma violencia.
En la lejanía, parecieras estar en un trance. Creo que con la respiración en calma y entrega, como durante un apacible sueño.
Desde las sombras, me acerco lentamente hasta lograr cercanía. A la altura de tu pecho vivo descubro tu piel, deseo tocarte.
No me atrevo, aún, a mirarte a los ojos. Cierro los míos y respiro.
Me concentro en olerte.
Tu aroma es tan profundamente dulce que comienzo a salivar de inmediato.
Aunque mi primer instinto sea abalanzarme con la desesperación de saciar una necesidad elemental o con el hambre de ayer y lo imposible del mañana...
pienso en comerte y te juro por dios,
con la importancia infantil que le doy a dios,
que voy a saborearte.
El violín se enmudece para darle paso al trino del diablo y de pronto, quiero darle sentido a mis sentidos.
Abro mis ojos y noto que tu respiración ha cambiado. Aunque tu semblante es el mismo, tu pecho late con fuerza. Temo de que tu corazón te descarne.
Busco, angustiada, tu mirada. Subo por tu cuello, el que hace unos instantes pensé atacar, hacia tu mandíbula hasta tus ojos.
Tus dulces ojos despiertos... me aterran.
La rebelión se entremezcla tan exquisitamente con la obediencia que me siento morir.
II.
Voy a arrodillarme y no voy a clamar tu perdón.
Desde la ultratumba voy a regocijarme.
El coro de los despreciados me da la bienvenida. Retumba, como si fuera el último mensaje que me será dado: formaré parte.
Dentre los alaridos me reconozco.
Frente al abismo no hay vacilación en mi cuerpo de arrojarme para unirme a las voces.
Una sonrisa siniestra se cuela en mi rostro.
Abro mis brazos para inmolarme en caída libre, no temo que mi corazón me descarne.
Cierro mis ojos, otra vez, y respiro para homenajear a lo efímero. Me concentro en oler.
El olor del amor, o alor te evoca y regreso a tus ojos.
El terror me ataca.
El saberme condescendiente me confunde y en tu cercanía...
um pássaro passageiro
¿Es real porque lo veo o porque escucho sus sueños? Sus sueños inmediatos, al recién despertar... como así también los lejanos.
O quizá por sus frustraciones, sus enojos o sus miedos.
Por lo que dice y lo que calla.
Por su respiración, por sus palabras o por la música.
¿Por las veces que se introduce, sigiloso, en mis pensamientos? ¿Se realza porque lo pienso?
¿Por el lugar que le doy o el que le quiero dar?.
Por intérprete. (¿Qué tan ególatra y egoísta es esta posibilidad?).
¿Es real por precursor?
¿Es real porque lo he sentido o por lo que imagino? ¿Es real porque me lo imagino?
Si tuviera en mi mano un ojo, como alguna vez supe ver,
¿podría verlo al acariciarlo?
Pero verle realmente, aunque la visión se entrometa, indecente, a sus obstáculos (que considero en él y en los demases absolutamente necesarios para la supervivencia).
¿Sería este ojo en mi mano, mayor desilusión que ilusión? (o viceversa; o un vicioso viceverso).
¿Daría igual cualquier pensamiento, cualquier entonación de su nombre y de su credo?.
Al leerme, porque me leeré... ¿lo recordaré al instante o tendré que releerme para encontrarlo?
¿Será más real de lo que -ahora- parece ser?.
Aunque le escriba, le llore, le sueñe (o no).
Aunque le ame o le desprecie, o entrambos.
¿Su vida, si la hay, es mi sueño o solo lo sueño?
¿Es real porque me desvelo o porque me empuja a desvelarme? o quizá por lo que leo...
¡Es real por las aves que quiero regalarle!
lunes, 16 de mayo de 2022
20 minutos en el limbo
La memoria humana-productiva me susurra que debo levantarme aunque no recuerde cómo, aunque solo sienta espasmos en mis piernas. Entonces las busco con la mirada para encontrar la razón, el por qué no puedo pararme.
No me atemoriza lo que veo, mas bien me maravilla la monstruosidad de este cuerpo: mis extremidades son dos extensos cuerpos de serpiente que se enroscan en sí mismos para caber en esta habitación que aún no logro encuadrar.
Las cuerpos reptiles laten y buscan amoldarse en el terreno. Puedo sentir como ciertas partes están adormecidas por el peso que otras partes les producen al aplastarlas, (pienso que esta sensación debe ser de la parte humana).
Me pierdo en mi mente tratando de determinar el color de mis reptimidades. El más cercano podría ser a uno de esos colores imposibles como el verde-rojizo. Noto un gran contraste entre su color y la habitación que se ve puramente blanca.
Subo la mirada para establecer la unión entre la animalidad y la humanidad. Es en la zona del vientre donde sucede la exquisita fusión de mi piel y mis escamas. La primer franja se mimetiza con el color de mi piel. Formando un semicírculo a mi obligo, se desliza un patrón de anillos que se convierte en un laberinto a medida que bajo hacia las colas. Busco el final de alguna de ellas pero no lo encuentro.
La parte superior de mi cuerpo continúa siendo la que conozco. Me recuerdo a Melusina aunque sin sus desgracias.
En este momento me pregunto si formaré parte de alguna exposición dentro de esta habitación blanca. Si habrá alguien, además de mi consciente, observando mi nueva naturaleza.
Giro mi cuerpo quedando de boca al suelo y serpeo cual suerte de híbrida perdida en el tiempo. Me ayudo con mis manos hasta llegar al borde de una pared y, apoyándome en ella, logro elevarme un poco del suelo. Aunque casi gigantes, mis reptimidades están bastante entumecidas y todo este desplazamiento me agota. Rindo mi frente a la pared y la rasguño, tratando de hacer de este acto algo simbólico o revolucionario o revolucionarlo. Y lo logro porque en cuanto mis uñas se entierran en una primer capa de pintura, la pared empieza a desarmarse como si fuera un rompecabezas. Y no solo ésta pared sino todas, lo veo por el rabillo de mi ojo derecho. Es aquí, en este momento, que sé que estoy por despertarme. Pareciera que el escenario que me he inventado está a punto de desaparecer como si algo conspirara para que no me quede en él. Decido dejar de rasguñar la pared y entonces todo se vuelve estático.
La habitación se siente fría y ampliamente vacía. Reina el silencio y la conocida blancura.
Registro la parte inferior de mi cuerpo y ya no tiene reptimidades, sino piernas.
Lo estático se vuelve un repentino y violento movimiento: ahora estoy corriendo, haciendo cuentas y abriendo encomiendas. Todo a la vez y a un ritmo tan acelerado que no se me permite pensar en otra cosa más que en tocar los botones correctos para no perder la cuenta y abrir la caja con cuidado porque "luego me puede servir".
Y de pronto, en esta vorágine hamsteriana, noto una presencia a mis espaldas.
Fantasmagórica pero cálida. Incómoda pero por lejana, no por presente. Confundida, giro dejando una humareda que consume las cuentas y la calculadora, como así también las encomiendas.
Se torna real la presencia.
Frente a mí estás vos, con tu gran semblante, ocupando las cuatro esquinas. Me inquieto ante tu aparición y vuelvo a darte la espalda.
Escucho tus preguntas triviales y me sorprendo porque no suele ser tu forma. Te las contesto de la misma manera a la vez que busco las desaparecidas cuentas.
Te vas alejando, también doy cuenta de esto por el rabillo de mi ojo derecho. Negándome a hacerme consciente de tu escape (escape por sensación onírica) noto la habitación vacía y me urgen unas ganas desesperadas de bailar y así, reacomodarme en este espacio cambiante y pasajero.
Salto, bailo y giro con la fuerza de una quimera. Me mareo y entre los giros, te veo irte despacio, como aguardando... pensando. Cambiando la dirección de tu andar. También espiando. Finalmente, sin dejar de girar, te veo irte por el paso contrario al primer paso pero no volviendo.
Ahora me detengo ante un cambio.
Hay una vieja ventana y por fuera puedo ver que aparece agua. Calma, densa y de un verdoso oscuro pero no turbio, sube y parececiera estar determinada a inundarlo todo. No me inmuto porque sé la emoción que significa esta agua, solo me sorprende el saber su procedencia: es la primer masa de agua artificial que sueño. Lagos, lagunas, embalses, todos me producen una sensación desagradable. Sin embargo ahora, solo me sorprendo, no dejo que la incomodidad me atormente.
Recuerdo tu lejanía y vuelvo a bailar desenfrenadamente. Pienso y siento lo mucho que me hubiera gustado gritarte "Chau!, hasta siempre, buen viaje" o quizás "No te vayas aún, esperame", pero nada logro vociferar, creo que por desconocer qué decir realmente. En este caso, el silencio parece la mejor palabra.
El agua se detiene.
Ahora no tengo garganta, solo piernas embriagadas de movimiento y la cegadora blancura del inminente despertar.
Me aferro, literalmente, a las palabras.
Mientras me invade la necedad de haberte abrazado, las memorizo una por una.
Las repito porque ya salí del limbo y sino, se irán para siempre... y esta vez, quisiera acariciarlas.
sábado, 26 de marzo de 2022
Partirse
En un gastado amanecer, los ojos contrastan, frágiles, con el reino de la arena.
Está expuesta la piadosa lágrima pero nadie se atreve a mirarla aunque ésta se escape, indecorosa y maldita...
Ante el atemorizante desafío, una de las miradas remueve la parasitaria enredadera de Chronos para alcanzar cada oportunidad de mimetizarse. Sutilmente, como si fuese rutina al despertar, las bocas se funden con la piel en un delicioso y suave registro de los niveles de rocío.
¿Cuán poderoso y vital es el deseo?
"La lluvia borrará las promesas y los sueños inútiles", busca interrumpir la paciente sombra.
Más allá del reír y llorar,
del efímero "Había una vez",
del orden y caos,
y las cientos de preguntas...
En el encuentro de los labios, un "Gracias por esta antología" se escapa susurrante.
jueves, 24 de marzo de 2022
El reinado de los muros
Para escucharlos, no le tenían miedo a la oscuridad.
martes, 22 de marzo de 2022
Camalote
Descompongo, frente al agua rancia,
la dureza de mi piel,
la crudeza de mi mirada.
Recompongo, entre la basura acumulada,
la proeza de mis pies,
la prosa de mi alma.
Reconforto, dentre los edificios de papel,
la pureza de mis palabras,
la rudeza de lo que se calla.
Y, aunque el veneno siga consumiéndome por dentro, la belleza continúa figurándose ante mis plegarias.
domingo, 13 de marzo de 2022
Era entonces, de lo más lógico, perderse en el tiempo, perderse el tiempo o volverse perdedora en la carrera del tiempo.
La mano (que me pertenece y le pertenezco).
Una vez más, solo por el placer que produce la línea fina abriéndose, para darle paso a la obscura línea de la profundidad.
Abro los ojos. Ante mí, una ventana hacia la noche:
Las ramas de los espinillos y algarrobos formando un techo.
Sus espinas, un gran nido.
Parezco estar en un submarino.
De fondo, el brillante cielo. Las estrellas y los bichos latiendo… Latentes, inertes e independientes a la concepción de mis sentidos. ¿Me observará el monte, como yo le observo?
Vuelvo a fijarme en la ventana del submarino y creo que, con mí mano, podría atravesar el vidrio.
Negra y densa,
hecha por completa de sombras,
se estira la mano que me pertenece y le pertenezco
para unirse, por fin, a la noche.
En el boceto, la mano traspasa el vidrio como si éste fuera inexistente.
Se vuelven una, la mano y la noche,
la mano y los árboles,
la mano, el cielo y los bichos.
La mano, el silencio y los sonidos.
Boceto de la mente.
Pero,
en lo plano,
la mano se hiela ante el cristal del submarino que la separa del monte y la noche
y aunque busca salida
la palma palpa pero no la encuentra.
La mano se siente herida, vacía, engañada y dolida.
Encerrada.
La mano está encerrada en un níveo y andariego submarino que parece ser un paraíso pero solo es su cárcel.
Está encerrada en una cápsula del tiempo,
y afuera…
el monte nativo, negro, libre y vivo.
Ante la frustración, se visualiza la mano saliendo de su guarida como si la ventana estuviera ahora compuesta por agua.
Vuelve a lo llano y comprende que no hay salida. En verdad… no hay otra salida, más que entregarse a la muerte. La muerte siempre tan dispuesta.
La mano afila su letal arma. Morirá y nunca nadie sabrá que vivió.
Afila, prueba, pincha. Marca.
Vuelve a afilar, pacientemente, dejando al alma estremecerse con los sutiles sonidos del ritual de preparación.
La dulce paradoja de darse muerte para liberarse, como la muda de piel o el picaje.
“Una vez más, solo por el placer”
implora la mano que me pertenece y le pertenezco.
El arma se deleita ante el descaro.
Se desnuda y en pigmento negro, como la noche y el monte,
el lápiz y la mano,
escriben.
viernes, 4 de marzo de 2022
Es todo danza y abrazos
Todo mío.
Me permite sentir el peso de su cuerpo y la fragilidad de su existencia.
El hogar de La Garza Blanca (y otros pájaros)
martes, 4 de enero de 2022
La curiosidad que habita
sábado, 2 de octubre de 2021
Volátil
Un mar de hojas secas,
un nidito de amor.
Un señuelo de lo que puede ser
un regalo,
animarse.
Un delirio, abandonarse.
Detrás, siempre detrás de sí misma.
¿Qué pasaría si se situara a su lado? De su mano.
Mirar de lejos para poder enseñar sobre el tiempo y el caminar,
comprender la querencia de ser y reciclarse.
Engorroso transformarse con la mente de guía.
Un mar de confusiones y ya no más de
simples
hojas
secas.
La trivialidad del destino que nos anima a descubrir lo oculto, lo divino.
Todo lo presente abarcando retazos, secretos, mundillos.
Regaliz y un té,
te desconozco,
desconocido conocido. Coincido en el
volver.
Reunir la fuerza suficiente para no arrastrar los pies, aunque el sol brille demasiado,
aunque queme lo mundano,
le dé fuerza,
le dé forma y le dé poder.
Perseguir el rastro de las letras como un náufrago a su retrato aguado,
sin olvidarse de que, en algún lugar hay tierra. Debería.
Que el plástico se convierta en un recuerdo de la falta de lucidez y de la carencia de amor hacia lo eterno.
Los gusanos que hoy me comen la piel están esperando, pacientemente, que yo llegue a su clímax y así deleitarse con su propia implosión,
la que generará mas vida vacía,
casi como una estrella sin observador.
Que el ciclo siga dando vueltas,
mientras tanto yo,
le daré hojas y tinta.
lunes, 13 de septiembre de 2021
Tender entrance
Qué diminuta se me vuelve la vida cuando
me desaparezco en la palma de mi mano,
olvidándome de todas las otras partes de mi cuerpo.
Qué corta se me vuelve la vida cuando quiero empuñar el tiempo,
mientras éste se me escurre ágilmente casi sin poder reconocerlo.
¿Dónde está mi danza?
Y, ¿Dónde está el escarabajo hecho de tinta?
Mientras tanto,
el Mundo de las Ideas se disipa ante una brisa con aroma a Espinillo.
de encapsular esta emanación de la naturaleza
Los vientos de Agosto hacen girar en reverso La Rueda de la Fortuna,
y liberarla dulcemente a la noche.
Y en un vistazo, podría dibujar el mapa de mi ruta recorrida
con la misma claridad que el patrón de las alas de la polilla que descansa en mi manto.
Una multitud de plantas en agua,
de pianos y de semillas
velan la puerta roja de mi chocita.
sábado, 24 de julio de 2021
De vez en cuando me pongo a cantar
y de un salto me animo a sondear
Un mar de palabras que solo dan sed,
en la madrugada mi canto será un grito de fe.
En mi alfombra mágica me iré, sin destino ni rey,
Flor de Maracuyá, dónde estás que no te puedo ver (tu fruto probaré)
¡Ay de mí!, de mi latir.
Que alboroto en el corazón.
¿Qué sería de mí sin la lluvia?
Un vacío, un desierto.
Un ánima petrificada.
Un cuerpo del que nacen las sequías.
.
.
.
Ayer fue la segunda lluvia en lo que va del retorno de las aguas.
Ensimismada en mi savia me sorprende más que nunca
cómo el sujeto y el entorno se mimetizan
no por influencia
sino por resonancia.
.
.
.
Un escrito,
solo era necesario un escrito de los verdaderos para poderme tranquilizar la vida.
La vida como ciclos se descostilla ante la desesperación que trae la incertidumbre.
Pero la incertidumbre creativa... como me hizo penar.,
creí haber muerto por siempre y que así seria mi fatídico final: seguir viva sin poder crear.
Me ha salvado la franqueza.
ensimismada
jueves, 22 de julio de 2021
Borré nuestras fotos unos días antes de que te fueras.
Así mismo, los emails.
Quizá me despedí de ante mano.
Nunca nos despedimos.
Busqué retazos de tu vida
en una vida que yo no conocía.
Reconocí todos los lugares.
Entendí que, esos lugares eran tuyos.
No me queda nada más que un sabor
entre insulso y amargo.
"Lo que vivimos, se fue con vos",
decreté prematuramente.
No puedo asegurar haberte conocido.
Ideo que, tal vez, supe de tus aspiraciones,
alguna experiencia lejana, algún dolor presente...
Aunque conocí tus lugares.
Aún sigo escribiendo, eso te lo agradezco.
Aún sigo fumando, eso quisiera devolverlo.
A veces veo pedazos de tu carne, aunque no puedo asegurar su bienestar.
Vi a tu, supongo, último amor... me corrió la mirada. Eso lo entiendo.
Lloré casi sin lágrimas.
La desaparición humana parcial me genera tanta extrañeza.
Me pregunto si se pueden olvidar a las personas.
Ideo la ocasión en que reaparezcas sorpresivamente en el futuro, como si te escondieras en algún recoveco de mi mente, aguardando...
Quizá también, podría callarte como un secreto.
Tus palabras aún me duelen.
Intento rememorar si, en alguna charla, concebiste este giro de la vida como una posibilidad.
Por certeza yo no lo hice.
Ignoro completamente qué podrías haber pensado en tus últimas bocanadas de aire.
Creo que te gustaría esta palabra: bocanada.
Me pregunto si te arrepentiste de haberte alejado de lo que sentías tan esencial.
Me pregunto en qué podría pensar yo en ese momento.
Antes de que te fueras, sentí tu intromisión en todos los planos.
Una madrugada, te desterré de mis sueños.
No sé si quisiste decirme algo pero ya no era necesario.
No recuerdo la última vez que hablamos pero sí la que te vi. No fue placentero.
Encontré una frase vieja que nació en uno de tus lugares:
Lograr ser
con el viento
y las nubes que aleja.
Buena retirada.
domingo, 11 de julio de 2021
Que la luna siga abriéndose camino por mis ventanas,
cultivando visiones y protegiendo mis sueños.
Que mis expectativas no se conviertan en mercenarias de mi corazón,
bajo las órdenes de mis carencias.
Que no se apague mi fuego y que siempre haya un plato de comida caliente y casera esperando por mi guata.
Que los colores no se extingan y que nunca vuelva a creer que lo harán si solo bajan su saturación tras un par de días nublados.
El llanto, que sea cuando sea que se sienta,
que no me permita aplacarlo con la fortaleza como quimera.
Que la ternura es el vehículo, y no hay nada mas humano que la fortaleza de seguir,
más que la fragilidad de ser.
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Comprendí que podría darme cátedra a mí misma de la adaptación del hogar. Mi madre habrá llegado a tantos lugares que parecían no serlo... sin embargo, logró con maestría enseñarme a crearlo, adornando esquinas viejas y quebrantadas con pañuelos de seda que contaban historias en sus dibujos.
Lograr que cada espacio que se habita sea nuestro hogar, sana el alma.
.
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¿Qué tanto poder puede tener la carencia
como para nublar la visión
ante la magia que existe en el movimiento?.
Nido
Un pequeño cisne se abre paso y vuelo desde la copa de un quebracho juvenil.
Todavía queda monte...
Se respira un viento cálido que hace de este día, de los más inusuales.
La vida, como una colección de rincones calmos y, aunque otoñe, siempre verde.
El agua clara siendo hogar y su caudal,
canción de cuna para la adultez.
El sol del lado contrario, un secreto: algunos humanos se andan eclipsando.
Todavía queda monte y tantos, tantos pájaros.
La soledad como compañera
y los miedos, siempre latentes, como alertas. Pero ante todo, la entrega al monte y la confianza en su protección.
El silencio que habilita la escucha del sonido natural.
La tranquilidad de estar... en este punto de la tierra que, hace años, me libera.
viernes, 9 de julio de 2021
— Solo quiero estar en un minuto silencioso, en la imponencia que me presenta la ruta.
— Ese minuto, ¿a cambio de qué?.
(Pienso qué es lo más valioso que podría ofrecer)
— A cambio de mi vida. — manifestó después de haber pensado en lo más valioso que podría ofrecer.
Los imparables recuerdos invadieron mi meditación.
Me hundí en mi intimidad buscando una imagen nueva:
una ruta que no conociera.
La inventé.
El día sucedió como en cámara rápida, rastreando qué momento quería
vivenciar.
Elegí amanecer.
A mis costados, planicie.
A mi norte, cordón montañoso.
En todos mis puntos, soledad y silencio.
Acudí entonces a mis recuerdos: La sensación.
Ese vértigo primario: aventura, despedida,
confianza, sentir que es el momento justo, la incertidumbre, apertura, fe.
Tanta fe. Sentir como la adrenalina avanza sobre todo tu cuerpo sin moverte más
que para respirar la inmensidad… debe de ser un don.
Estoy en un minuto silencioso.
Me digo: “voy a atesorar esta imagen siempre”.
Me digo: “no puedo vivir de añoranzas”.
Entonces la lágrima más lenta y pesada
del mundo comienza a caer desde mi lagrimal derecho. Lo que se dice, realmente
densa. Recorro con ella mi cara. Próxima a mi boca, la junto con mi dedo índice
derecho. La tengo… la veo. Es tan densa que su cuerpo parece hecho de óleo.
Brilla. Carga mucho. La veo... y me la como. La saboreo pero no siento su sal.
No es una lágrima cualquiera, es un elíxir de minuto silencioso.
Es,
enteramente, mía.
martes, 22 de junio de 2021
En mi letargo, una taza de café es un oasis. No estoy sola. Junto a ellas buscamos una cafetería. Entre árboles, se esconden unas escaleras ...
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Un pequeño cisne se abre paso y vuelo desde la copa de un quebracho juvenil. Todavía queda monte... Se respira un viento cálido que hace ...
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(I) Un mundo (a)parte (a)fuera de mí. Yo soy como ese borde frágil de una hoja de papel que, ante un brutal descuido, te corta, ...
-
Se lo que dí me detuve a amarte