sábado, 29 de julio de 2023

En mi letargo, una taza de café es un oasis.
No estoy sola. Junto a ellas buscamos una cafetería.
Entre árboles, se esconden unas escaleras y al atravesar una puerta comienzan a figurarse mesas con largos manteles, velas y comensales. Escucho la música de fondo y suaves conversaciones.
Mis acompañantes quedan fascinadas. 
Yo no creo que sea lo que busco; sin embargo, después de las aniñadas travesuras nocturnas,
una tacita de café parece ser el mundo entero y este lugar de seguro la tenga.

Camino buscando una mesa libre cuando, de pronto,
las palabras comienzan a dictarse, unas tras otras,
en ese himno que quisiera grabar en tinta y piel,
en oído y caracol,
en juego y beso
pero se me escapa. 

Solo recuerdo que existen las semejanzas y que tal vez las pueda conocer y reconocer. 


sábado, 8 de julio de 2023

Desde la noche se desplazan sensaciones odiosas.
Atravesar la singular intensidad que alberga fragmentos de la prueba más fiel:

El valor de unx mismx.
El verbo se hizo nuestro mayor tesoro.

 podería viver entre
tua palavra,
o silêncio
e minha palavra.

Deseo, más que escribirte, desarrollar una suerte de telepatía. 
O un intento. 
O la voluntad de crear un lenguaje nuevo.
Pienso que esto último es demasiado ambicioso.
Me pienso deseante.

miércoles, 6 de julio de 2022

viernes, 1 de julio de 2022

Romance

Tómame, 
arráncame, cruel e implacable,
de mis sueños;
y al hacerlo, 
que sea el trino de las aves espantadas,
la última resistencia que entregue mi inconsciente. 

viernes, 17 de junio de 2022

Mi árbol y sus mil albores

Mis pies son pequeños, tal vez unos 7cm menos. Están vestidos, sin patrón aparente, con cintas suaves y brillantes de color celeste.
Aunque se mueve, mis pies no tocan el suelo. En primer plano, bambolean como adormecidos en el aire donde están suspendidos. En segundo plano, el pasto está crecido.

Busco mi mano derecha, también pequeña. La encuentro apoyada en una rama donde ahora comprendo estar sentada. Al tacto, la corteza se siente áspera pero no violenta. Entierro mis dedos, también pequeños, en las sinuosidades y recovecos que marcan el crecimiento de la gran rama. Estiro mi mano hasta sentir el vértigo primero de la pérdida de equilibrio. No es tanto el camino recorrido. Levanto la mirada y veo que, a unos pasos, la gran rama comienza a abrirse en ramas más pequeñas. No veo hojas, pero sí frutos.

 Los frutos, los albores, ni grandes ni pequeños, son de color rojo albor y se mueven despacito a un inaudible viento… ¿o con el bamboleo de mis pies pequeños? Los busco… continúan moviéndose como si no fueran parte de mi cuerpo. 

Sin pensarlo, miro al frente. En lo lejano, hay un sol naciendo o muriendo al filo del horizonte. Lo rodean algunas nubes livianas. El cielo se ve azul, blanco, dorado… Y entre el sol y mi árbol, se extiende una extraordinaria planicie, un abundante pastizal. Hacia el final, otros árboles. 

Busco la copa de mi árbol y lo veo grandioso, aunque con poquitas hojas y muchos frutos. Mi árbol y sus mil albores.

Quisiera probarlos, susurra y recuerdo los albores más cercanos. 
Giro ligeramente la mitad de mi cuerpo y acomodo ambas manos en la gran rama. Trasladando mi peso hacia ellas, logro posicionar mis rodillas en la rama con un ligero desplazamiento. Soy ágil. Mis empeines encintados descansan en lo rugoso. Respiro y comienzo a gatear hacia los albores. Hago uno, dos y tres gateos hasta que siento que la rama se dobla un poco. Miro el suelo pero no siento miedo. Estoy tan cerca de ellos… Gateo una vez más y, hacia abajo, extiendo mi mano hasta alcanzar un albor que se desprende con sutileza. Lo atraigo hacia mi otra mano y, de igual manera, gateo en sentido contrario, volviendo a quedar sentada frente al sol.

Sobre mis piernas, reposa el albor en una sintonía perfecta al cuenco formado por mis manos. Parece que éste sí fuera parte de mi cuerpo.
Lo siento suave y fresco. Seguro por el bamboleo.
Lo acerco a mi nariz para olerlo. Huelo a fin de verano.
Lo apoyo en mis labios y lo muerdo. ¡Es suave, sí! Y fresco, dulce y ácido. Qué delicia es el albor. 

Sonriente, busco el sol… ahora también es rojo y no sé si estoy saboreando un sol o un albor madurado por bamboleo.
 Y mis pies… son pequeños.


martes, 14 de junio de 2022

Hambre

Pienso en comerte y te juro por dios,
con la importancia infantil que le doy a dios,
que voy a saborearte. 


I.

Vals. 
El violín se compadece de mis oídos y me entrega, sublime, la melodía que tanto adoro.
Te figuras humeante como si no hubiera duda de que te estoy imaginando. 
Solo te rodea la oscuridad, sin embargo, tu cuerpo está iluminado.
Busco la fuente de luz y no la encuentro, quizá sean mis ojos, pienso. Te estoy videando, tal vez, con esa misma violencia. 
En la lejanía, parecieras estar en un trance. Creo que con la respiración en calma y entrega, como durante un apacible sueño. 
Desde las sombras, me acerco lentamente hasta lograr cercanía. A la altura de tu pecho vivo descubro tu piel, deseo tocarte. 
No me atrevo, aún, a mirarte a los ojos. Cierro los míos y respiro.
Me concentro en olerte. 
Tu aroma es tan profundamente dulce que comienzo a salivar de inmediato. 
Aunque mi primer instinto sea abalanzarme con la desesperación de saciar una necesidad elemental o con el hambre de ayer y lo imposible del mañana...
pienso en comerte y te juro por dios,
con la importancia infantil que le doy a dios,
que voy a saborearte. 
El violín se enmudece para darle paso al trino del diablo y de pronto, quiero darle sentido a mis sentidos.
Abro mis ojos y noto que tu respiración ha cambiado. Aunque tu semblante es el mismo, tu pecho late con fuerza. Temo de que tu corazón te descarne.
Busco, angustiada, tu mirada. Subo por tu cuello, el que hace unos instantes pensé atacar, hacia tu mandíbula hasta tus ojos.
Tus dulces ojos despiertos... me aterran.
La rebelión se entremezcla tan exquisitamente con la obediencia que me siento morir. 

II.

Voy a arrodillarme y no voy a clamar tu perdón. 
Desde la ultratumba voy a regocijarme.

El coro de los despreciados me da la bienvenida. Retumba, como si fuera el último mensaje que me será dado: formaré parte. 
Dentre los alaridos me reconozco.
Frente al abismo no hay vacilación en mi cuerpo de arrojarme para unirme a las voces. 
Una sonrisa siniestra se cuela en mi rostro.
Abro mis brazos para inmolarme en caída libre, no temo que mi corazón me descarne.
Cierro mis ojos, otra vez, y respiro para homenajear a lo efímero. Me concentro en oler.
El olor del amor, o alor te evoca y regreso a tus ojos. 


El terror me ataca.
El saberme condescendiente me confunde y en tu cercanía...

 

um pássaro passageiro

 ¿Es real porque lo veo o porque escucho sus sueños? Sus sueños inmediatos, al recién despertar... como así también los lejanos.
O quizá por sus frustraciones, sus enojos o sus miedos.
Por lo que dice y  lo que calla.
Por su respiración, por sus palabras o por la música.

¿Por las veces que se introduce, sigiloso, en mis pensamientos? ¿Se realza porque lo pienso?
¿Por el lugar que le doy o el que le quiero dar?.
Por intérprete. (¿Qué tan ególatra y egoísta es esta posibilidad?).

¿Es real por precursor?
¿Es real porque lo he sentido o por lo que imagino? ¿Es real porque me lo imagino?

Si tuviera en mi mano un ojo, como alguna vez supe ver,
¿podría verlo al acariciarlo?
Pero verle realmente, aunque la visión se entrometa, indecente, a sus obstáculos (que considero en él y en los demases absolutamente necesarios para la supervivencia).
¿Sería este ojo en mi mano, mayor desilusión que ilusión? (o viceversa; o un vicioso viceverso). 

¿Daría igual cualquier pensamiento, cualquier entonación de su nombre y de su credo?.
Al leerme, porque me leeré... ¿lo recordaré al instante o tendré que releerme para encontrarlo?
¿Será más real de lo que -ahora- parece ser?.

Aunque le escriba, le llore, le sueñe (o no).
Aunque le ame o le desprecie, o entrambos.
¿Su vida, si la hay, es mi sueño o solo lo sueño? 

¿Es real porque me desvelo o porque me empuja a desvelarme? o quizá por lo que leo...


¡Es real por las aves que quiero regalarle!

lunes, 16 de mayo de 2022

20 minutos en el limbo

 "Miles o hasta millones de hacedores de la palabra blanda, haciéndose cargo de detenerse para aferrarse al no-olvido". 


Luz.
Despierto desorientada por el cambio lumínico celeste-telúrico, encontrándome débil de lo que parece haber sido un gran letargo.  
La memoria humana-productiva me susurra que debo levantarme aunque no recuerde cómo, aunque solo sienta espasmos en mis piernas. Entonces las busco con la mirada para encontrar la razón, el por qué no puedo pararme.

No me atemoriza lo que veo, mas bien me maravilla la monstruosidad de este cuerpo: mis extremidades son dos extensos cuerpos de serpiente que se enroscan en sí mismos para caber en esta habitación que aún no logro encuadrar.
Las cuerpos reptiles laten y buscan amoldarse en el terreno. Puedo sentir como ciertas partes están adormecidas por el peso que otras partes les producen al aplastarlas, (pienso que esta sensación debe ser de la parte humana).
Me pierdo en mi mente tratando de determinar el color de mis reptimidades. El más cercano podría ser a uno de esos colores imposibles como el verde-rojizo. Noto un gran contraste entre su color y la habitación que se ve puramente blanca. 
Subo la mirada para establecer la unión entre la animalidad y la humanidad. Es en la zona del vientre donde sucede la exquisita fusión de mi piel y mis escamas. La primer franja se mimetiza con el color de mi piel.  Formando un semicírculo a mi obligo, se desliza un patrón de anillos que se convierte en un laberinto a medida que bajo hacia las colas.  Busco el final de alguna de ellas pero no lo encuentro.
La parte superior de mi cuerpo continúa siendo la que conozco. Me recuerdo a Melusina aunque sin sus desgracias. 
En este momento me pregunto si formaré parte de alguna exposición dentro de esta habitación blanca. Si habrá alguien, además de mi consciente, observando mi nueva naturaleza.
Giro mi cuerpo quedando de boca al suelo y s
erpeo cual suerte de híbrida perdida en el tiempo. Me ayudo con mis manos hasta llegar al borde de una pared y, apoyándome en ella, logro elevarme un poco del suelo. Aunque casi gigantes, mis reptimidades están bastante entumecidas y todo este desplazamiento me agota. Rindo mi frente a la pared y  la rasguño, tratando de hacer de este acto algo simbólico o revolucionario o revolucionarlo. Y lo logro porque en cuanto mis uñas se entierran en una primer capa de pintura, la pared empieza a desarmarse como si fuera un rompecabezas. Y no solo ésta pared sino todas, lo veo por el rabillo de mi ojo derecho. Es aquí, en este momento, que sé que estoy por despertarme. Pareciera que el escenario que me he inventado está a punto de desaparecer como si algo conspirara para que no me quede en él. Decido dejar de rasguñar la pared y entonces todo se vuelve estático. 

La habitación se siente fría y ampliamente vacía. Reina el silencio y la conocida blancura.
Registro la parte inferior de mi cuerpo y ya no tiene reptimidades, sino piernas. 
Lo estático se vuelve un repentino y violento movimiento: ahora estoy corriendo, haciendo cuentas y abriendo encomiendas. Todo a la vez y a un ritmo tan acelerado que no se me permite pensar en otra cosa más que en tocar los botones correctos para no perder la cuenta y abrir la caja con cuidado porque "luego me puede servir".
Y de pronto, en esta vorágine hamsteriana, noto una presencia a mis espaldas. 
Fantasmagórica pero cálida. Incómoda pero por lejana, no por presente. Confundida, giro dejando una humareda que consume las cuentas y la calculadora, como así también las encomiendas. 

Se torna real la presencia.
Frente a mí estás vos, con tu gran semblante, ocupando las cuatro esquinas. Me inquieto ante tu aparición y vuelvo a darte la espalda.
Escucho tus preguntas triviales y me sorprendo porque no suele ser tu forma. Te las contesto de la misma manera a la vez que busco las desaparecidas cuentas.
Te vas alejando, también doy cuenta de esto por el rabillo de mi ojo derecho. Negándome a hacerme consciente de tu escape (escape por sensación onírica)  noto la habitación vacía y me urgen unas ganas desesperadas de bailar y así, reacomodarme en este espacio cambiante y pasajero. 
Salto, bailo y giro con la fuerza de una quimera. Me mareo y entre los giros, te veo irte despacio, como aguardando... pensando. Cambiando la dirección de tu andar. También espiando. Finalmente, sin dejar de girar, te veo irte por el paso contrario al primer paso pero no volviendo.
Ahora me detengo ante un cambio.
Hay una vieja ventana y por fuera puedo ver que aparece agua. Calma, densa y de un verdoso oscuro pero no turbio, sube y parececiera estar determinada a inundarlo todo.  No me inmuto porque sé la emoción que significa esta agua, solo me sorprende el saber su procedencia: es la primer masa de agua artificial que sueño. Lagos, lagunas, embalses, todos me producen una sensación desagradable. Sin embargo ahora, solo me sorprendo, no dejo que la incomodidad me atormente. 
Recuerdo tu lejanía y vuelvo a bailar desenfrenadamente. Pienso y siento lo mucho que me hubiera gustado gritarte "Chau!, hasta siempre, buen viaje" o quizás "No te vayas aún, esperame", pero nada logro vociferar, creo que por desconocer qué decir realmente. En este caso, el silencio parece la mejor palabra.
El agua se detiene. 

Ahora no tengo garganta, solo piernas embriagadas de movimiento y la cegadora blancura del inminente despertar. 


Me aferro, literalmente, a las palabras.
Mientras me invade la necedad de haberte abrazado, las memorizo una por una. 
Las repito porque ya salí del limbo y sino, se irán para siempre... y esta vez, quisiera acariciarlas. 

sábado, 26 de marzo de 2022

Partirse

En un gastado amanecer, los ojos contrastan, frágiles, con el reino de la arena. 
Está expuesta la piadosa lágrima pero nadie se atreve a mirarla aunque ésta se escape, indecorosa y maldita...
Ante el atemorizante desafío, una de las miradas remueve la parasitaria enredadera de Chronos para alcanzar cada oportunidad de mimetizarse. Sutilmente, como si fuese rutina al despertar, las bocas se funden con la piel en un delicioso y suave registro de los niveles de rocío. 
¿Cuán poderoso y vital es el deseo? 

"La lluvia borrará las promesas y los sueños inútiles", busca interrumpir la paciente sombra. 

Más allá del reír y llorar,
del efímero "Había una vez", 
del orden y caos, 
y las cientos de preguntas... 
En el encuentro de los labios, un "Gracias por esta antología" se escapa susurrante.


Entre cuerpo y mente, sutilezas de la mirada.
Amantes llorando demuestran cuán vivos estamos.

jueves, 24 de marzo de 2022

El cielo se abrió en blanco y negro. 
"El cuco existe, es un hábil nadador. Abrí tu corazón", enseñó. 

No por lejanos eran idílicos los tiempos del abracadabra. 

El reinado de los muros

Proyección: una entrada directa. Lo que provoca que la luz haga milagros en cada rincón. 

Eran diferentes, nada más ni nada menos, porque podían escuchar los colores.
Para escucharlos, no le tenían miedo a la oscuridad. 
La naturaleza del lector puede cruzar ríos de gran caudal. 
A la vera, mágica inmensidad de quiénes somos. Las tardes de lectura, nuestro mayor tesoro. 
No te hubiera importado jugar, delirar, como si fuera ayer.  -
Así, como todo aquello que conservamos en el núcleo más íntimo e inconsciente: la revolución de nuestras ideas y emociones. 
Entre los cuatro árboles más curiosos del mundo, la presencia de un predador con una enorme interacción con su entorno natural. 

Memoria, 
la llave 
o embarrarnos. 

martes, 22 de marzo de 2022

 (...)

Y como si todo el discurso utópico y esperanzador que acababa de dar no significara nada, lo miró a los ojos y le preguntó: 
 "¿Alguna vez te pusiste a pensar en la posibilidad de que la existencia humana tenga como único objetivo experimentar su propio exterminio?".


La sensación que estaba buscando, llegó: 

Anonimato.
Anónima todo.
Ánimo de anonimatarse. 
Animarse al efecto anónima del ánima. 


Camalote

Descompongo, frente al agua rancia,
la dureza de mi piel,
la crudeza de mi mirada.

Recompongo, entre la basura acumulada,
la proeza de mis pies,
la prosa de mi alma. 

Reconforto, dentre los edificios de papel,
la pureza de mis palabras,
la rudeza de lo que se calla.

Y, aunque el veneno siga consumiéndome por dentro, la belleza continúa figurándose ante mis plegarias.

 Entre lo tradicional y lo bizarro, 
el peregrino encuentra refugio.
 Y como puede echarse a andar verborrágico y sin miedo,
antes de morir,
funda el diccionario emocional.

 Desde la noche,
se desplazan sensaciones odiosas.

Atravesar la singular intensidad
que alberga fragmentos 
de la prueba más fiel:
 
El valor de unx mismx.

El verbo se hizo nuestro mayor tesoro. 

domingo, 13 de marzo de 2022

¿Será posible 
por vez única
la descomposición de lo eterno? 


"¡Qué rápido se me escurre el tiempo en este lugar! Casi podría determinar que los minutos son días y los días, meses" confesó alarmada. 
Y es que no era cuestión de disfrute o desconexión sino, más bien, de acostumbramiento. 
En este lugar, 
no se podía ver la trayectoria del Sol y mucho menos la ubicación de La Vía Láctea.
Era entonces, de lo más lógico, perderse en el tiempo, perderse el tiempo o volverse perdedora en la carrera del tiempo. 
Había sido testigo de cómo su sombra se transformaba en un arlequín de sí misma. 
Dentre las multiplicidades convivientes, era la Sombra la que más se entristecía en este lugar, ya que... 
no tenía tiempo. 
Vivía adormecida en una vigilia constante y solo salía a relucirse ante las asquerosas conductas de las identidades más frías y extrañas del mundo. Sobre todo frías, ya que no había en sus ojos un ínfimo destello de vida. La sombra se aterrorizaba de la normalidad en la que ahora su naturaleza sucumbía. 
¿Dónde estoy yo? ¿Dónde está mí danza? ¿A quién podré expresarle mí Oda a la noche, si el día la acribilla?...


La mano (que me pertenece y le pertenezco).

 Afilar, pacientemente, dejando al alma estremecerse con los sutiles sonidos del ritual de preparación.

Una vez más, solo por el placer que produce la línea fina abriéndose, para darle paso a la obscura línea de la profundidad.

Abro los ojos. Ante mí, una ventana hacia la noche:
 Las ramas de los espinillos y algarrobos formando un techo.
Sus espinas, un gran nido.
Parezco estar en un submarino.
De fondo, el brillante cielo. Las estrellas y los bichos latiendo… Latentes, inertes e independientes a la concepción de mis sentidos. ¿Me observará el monte, como yo le observo?
Vuelvo a fijarme en la ventana del submarino y creo que, con mí mano, podría atravesar el vidrio.

Negra y densa,
hecha por completa de sombras,
se estira la mano que me pertenece y le pertenezco
para unirse, por fin, a la noche.

En el boceto, la mano traspasa el vidrio como si éste fuera inexistente.
Se vuelven una, la mano y la noche,
la mano y los árboles,
la mano, el cielo y los bichos.
La mano, el silencio y los sonidos.
Boceto de la mente.
Pero,

en lo plano,
la mano se hiela ante el cristal del submarino que la separa del monte y la noche 
y aunque busca salida
la palma palpa pero no la encuentra.
La mano se siente herida, vacía, engañada y dolida.
Encerrada.
La mano está encerrada en un níveo y andariego submarino que parece ser un paraíso pero solo es su cárcel.
Está encerrada en una cápsula del tiempo,
y afuera…
el monte nativo, negro, libre y vivo.

Ante la frustración, se visualiza la mano saliendo de su guarida como si la ventana estuviera ahora compuesta por agua.
Vuelve a lo llano y comprende que no hay salida. En verdad… no hay otra salida, más que entregarse a la muerte
. La muerte siempre tan dispuesta.

La mano afila su letal arma. Morirá y nunca nadie sabrá que vivió.
Afila, prueba, pincha. Marca.
Vuelve a afilar, pacientemente, dejando al alma estremecerse con los sutiles sonidos del ritual de preparación.
La dulce paradoja de darse muerte para liberarse, como la muda de piel o el picaje.

“Una vez más, solo por el placer”
implora la mano que me pertenece y le pertenezco.

El arma se deleita ante el descaro.
Se desnuda y en pigmento negro, como la noche y el monte, 
el lápiz y la mano,
escriben.

viernes, 4 de marzo de 2022

Es todo danza y abrazos

Es mío. 
En este momento, es mío.
Todo mío. 
Este momento es mío. 
No le quiero poseer pero, 
en este momento,
le poseo, le poesía, le paseo la piel con mi piel. 
Con mis dedos, trazo sinuosas rutas en la memoria.
Me posee, me poesía y me pasea. 
Me aplasta sin oprimirme. 
Me permite sentir el peso de su cuerpo y la fragilidad de su existencia. 
Me entrega su respirar y su pecho. 
Le rodeo y me rodea. 
Casi como si fuéramos un mismo cuerpo, nos enredamos.
De pies, de brazos, de dedos, de cuello. 
Y, en este abrazo,
quisiera protegerle del mundo entero. 
Entonces, le protejo. 
Acaricio suavemente su pelo 
y más de vez que de en cuando, 
le susurro un beso. 
En silencio le cuento cuentos y sueños. 
Ni míos ni suyos, 
sino de ese mundo que podría ser maravilloso, como este momento. 
Sin miedos, le protejo. 
Y no lo sabe, pero también me está protegiendo. 
Y no lo sabe, pero me abre la puerta
y su mundo es tan suave y tierno...
Entro despacito, no quisiera romper con algo tan bello. 
Mis pasos son calmos, casi que no tocan el suelo. 
Le cuido de mí y me cuida de sí. 
Somos como el monte que nos abriga. Me refiero a que
si bien tiene espinas capaces de enterrarse en la piel
haciéndola arder durante días,
son las mismas hojas que envuelven a las espinas,
las que poseen en sus nervaduras 
el remedio para las mismas. 
Y son sus frutos, y son sus flores tan dulces,
y sus aromas tan frescos. 
Y como el monte, tenemos espinas... Y flores, y besos. 
Tengo espinas, y también tiene espinas. 
Pero, sobre todo,
tenemos abrazos y caricias
y este momento. 
Y no lo sabe pero me inspira
a escribirle, 
a escribirme y a escribirnos. 
Por eso ya no le poseo, se lo entrego al mundo:
Nuestro momento-poesía. 

El hogar de La Garza Blanca (y otros pájaros)

 En un rincón (siempre en algún rincón)
nieva nieve que no hiela. 
Podrían ser retazos de una flor o de un fruto de algodón que viene viajando desde muy lejos. 
O bien, podrían ser miguitas de las nubes que, en este precioso momento, vuelan casi tan rápido como corre el río dorado. En algunos otros rincones de ve rojo o blanco (el río). 
Mientras que el monte comienza
casi imperceptiblemente 
a amarillarse,
las copas de los sauces bostezan amarillo del sol, de tanto tanto sol. 
Al igual que una Mora juvenil que, aferrada a una piedra deslizante, 
es embebida (podría asegurar, en todas las estaciones), por el río. 
"¿Serán blancas o moradas sus moras?", 
le pregunto al futuro. 
Y como al futuro le gustan las adivinanzas, 
en sus pistas,
me pregunta si de verdad quiero saberlo. 




martes, 4 de enero de 2022

La curiosidad que habita

 ¿Podría reordenar aquella carta que rompí entera?.
Unir letras, espacios, puntos
 hasta llegar a su forma original.

O tal vez, 
¿Podría viajar kilómetros solo para no olvidarme?.
Reunir manos, miradas, labios
hasta llegar al hogar que pudimos crear. 

¿Sería capaz de saltar, correr y girar todos los días?. 

¿Podría liberarme de las cadenas que yo misma me puse, con una visualización?.
Las manos danzan en el viento
a medida que se mueven
las cadenas se transforman en hilos
que 
simplemente
van cayendo. 

Algun día, 
¿Podré nadar sin vértigo?. 


O frenar
antes de convertirme en una caníbal de mi misma. 







sábado, 2 de octubre de 2021

Volátil

 Un mar de hojas secas,
un nidito de amor. 
 Un señuelo de lo que puede ser
un regalo,
animarse.
Un delirio, abandonarse. 
 
Detrás, siempre detrás de sí misma.
¿Qué pasaría si se situara a su lado? De su mano. 
 Mirar de lejos para poder enseñar sobre el tiempo y el caminar,
comprender la querencia de ser y reciclarse.
Engorroso transformarse con la mente de guía. 
Un mar de confusiones y ya no más de
simples
hojas
secas. 
 
La trivialidad del destino que nos anima a descubrir lo oculto, lo divino. 
Todo lo presente abarcando retazos, secretos, mundillos. 
 Regaliz y un té, 
te desconozco,
desconocido conocido. Coincido en el
volver. 

 Reunir la fuerza suficiente para no arrastrar los pies, aunque el sol brille demasiado,
aunque queme lo mundano,
le dé fuerza,
le dé forma y le dé poder. 
 
Perseguir el rastro de las letras como un náufrago a su retrato aguado,
sin olvidarse de que, en algún lugar hay tierra. Debería. 
 Que el plástico se convierta en un recuerdo de la falta de lucidez y de la carencia de amor hacia lo eterno. 
 Los gusanos que hoy me comen la piel están esperando, pacientemente, que yo llegue a su clímax y así deleitarse con su propia implosión,
la que generará mas vida vacía,
casi como una estrella sin observador. 

Que el ciclo siga dando vueltas,
mientras tanto yo,
le daré hojas y tinta. 

lunes, 13 de septiembre de 2021

Tender entrance

 Qué diminuta se me vuelve la vida cuando
me desaparezco en la palma de mi mano,
olvidándome de todas las otras partes de mi cuerpo. 
 Qué corta se me vuelve la vida cuando quiero empuñar el tiempo,
mientras éste se me escurre ágilmente casi sin poder reconocerlo.

¿Dónde estoy yo?
¿Dónde está mi danza?
Y, ¿Dónde está el escarabajo hecho de tinta?


 
Mientras tanto, 
el Mundo de las Ideas se disipa ante una brisa con aroma a Espinillo. 
¿Cómo podría pensarme capaz
de encapsular esta emanación de la naturaleza
solo por hacerla incluso más eterna?


Los vientos de Agosto hacen girar en reverso La Rueda de la Fortuna,
Quisiera poder tomar a la polilla
y liberarla dulcemente a la noche. 
retornándome a la niebla del ayer.  Cuánto frío. 
Y en un vistazo, podría dibujar el mapa de mi ruta recorrida
con la misma claridad que el patrón de las alas de la polilla que descansa en mi manto. 

Una multitud de plantas en agua,
de pianos y de semillas 
velan la puerta roja de mi chocita. 

Y un monte nativo.
Qué tierna entrada. 

 

sábado, 24 de julio de 2021

 Mais agora, neste isntante,
 onde a luz é responsável de fazer entender que 
não se leva mais do que eleva,
parece que a vida é um pouco menos sombria:

uma travessura de amor,

um triângulo de abacaxi,

um turbante colorido,

sete minutos para o entardecer,

o agua limpa

e o coração calmo.

 De vez en cuando me pongo a cantar
y de un salto me animo a sondear 

 Un mar de palabras que solo dan sed,
en la madrugada mi canto será un grito de fe. 

 En mi alfombra mágica me iré, sin destino ni rey,
Flor de Maracuyá, dónde estás que no te puedo ver (tu fruto probaré)

¡Ay de mí!, de mi latir. 
    Que alboroto en el corazón. 

¿Qué sería de mí sin la lluvia? 
Un vacío, un desierto. 
Un ánima petrificada. 
Un cuerpo del que nacen las sequías. 
.
.
.

 Ayer fue la segunda lluvia en lo que va del retorno de las aguas.
Ensimismada en mi savia me sorprende más que nunca
cómo el sujeto y el entorno se mimetizan
no por influencia
sino por resonancia. 
.
.
.

Un escrito, 
solo era necesario un escrito de los verdaderos para poderme tranquilizar la vida.
La vida como ciclos se descostilla ante la desesperación que trae la incertidumbre.
Pero la incertidumbre creativa... como me hizo penar.,
creí haber muerto por siempre y que así seria mi fatídico final: seguir viva sin poder crear.
Me ha salvado la franqueza. 



ensimismada

jueves, 22 de julio de 2021

 Borré nuestras fotos unos días antes de que te fueras.
Así mismo, los emails. 
Quizá me despedí de ante mano. 
Nunca nos despedimos. 

 Busqué retazos de tu vida 
en una vida que yo no conocía. 
Reconocí todos los lugares. 
Entendí que, esos lugares eran tuyos. 

 No me queda nada más que un sabor
entre insulso y amargo. 
"Lo que vivimos, se fue con vos", 
decreté prematuramente.

 No puedo asegurar haberte conocido.
Ideo que, tal vez, supe de tus aspiraciones,
alguna experiencia lejana, algún dolor presente...
Aunque conocí tus lugares.

 Aún sigo escribiendo, eso te lo agradezco. 
Aún sigo fumando, eso quisiera devolverlo.
A veces veo pedazos de tu carne, aunque no puedo asegurar su bienestar. 
Vi a tu, supongo, último amor... me corrió la mirada. Eso lo entiendo.

Lloré casi sin lágrimas. 
La desaparición humana parcial me genera tanta extrañeza. 
Me pregunto si se pueden olvidar a las personas. 
Ideo la ocasión en que reaparezcas sorpresivamente en el futuro, como si te escondieras en algún recoveco de mi mente, aguardando...

 Quizá también, podría callarte como un secreto.
Tus palabras aún me duelen. 
Intento rememorar si, en alguna charla, concebiste este giro de la vida como una posibilidad. 
Por certeza yo no lo hice.

 Ignoro completamente qué podrías haber pensado en tus últimas bocanadas de aire. 
Creo que te gustaría esta palabra: bocanada. 
Me pregunto si te arrepentiste de haberte alejado de lo que sentías tan esencial. 
Me pregunto en qué podría pensar yo en ese momento. 

 Antes de que te fueras, sentí tu intromisión en todos los planos. 
Una madrugada, te desterré de mis sueños.
No sé si quisiste decirme algo pero ya no era necesario. 
No recuerdo la última vez que hablamos pero sí la que te vi. No fue placentero. 

 Encontré una frase vieja que nació en uno de tus lugares:
Lograr ser
con el viento
y las nubes que aleja.

 
Buena retirada. 

domingo, 11 de julio de 2021

 ¿Podrías darme tu mano? 

Quisiera leerla, 
línea por línea, marca por marca. 
Quisiera ver 
los rastros que te ha dejado el monte y
las huellas de tu vida en tus huellas.

Quisiera que mi mano sea cuenco de tu mano,
para acercarme despacito y abrigar cada rincón desolado con caricias. 

 Se lo que dí
me detuve
a amarte

 Que la luna siga abriéndose camino por mis ventanas, 
cultivando visiones y protegiendo mis sueños. 
 Que mis expectativas no se conviertan en mercenarias de mi corazón, 
bajo las órdenes de mis carencias. 
 Que no se apague mi fuego y que siempre haya un plato de comida caliente y casera esperando por mi guata. 
Que los colores no se extingan y que nunca vuelva a creer que lo harán si solo bajan su saturación tras un par de días nublados.
 El llanto, que sea cuando sea que se sienta, 
que no me permita aplacarlo con la fortaleza como quimera. 

 Que la ternura es el vehículo, y no hay nada mas humano que la fortaleza de seguir, 
más que la fragilidad de ser. 

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Comprendí que podría darme cátedra a mí misma de la adaptación del hogar. Mi madre habrá llegado a tantos lugares que parecían no serlo... sin embargo, logró con maestría enseñarme a crearlo, adornando esquinas viejas y quebrantadas con pañuelos de seda que contaban historias en sus dibujos. 
Lograr que cada espacio que se habita sea nuestro hogar, sana el alma. 

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¿Qué tanto poder puede tener la carencia
 como para nublar la visión
ante la magia que existe en el movimiento?.

Nido

 Un pequeño cisne se abre paso y vuelo desde la copa de un quebracho juvenil. 
Todavía queda monte...
 Se respira un viento cálido que hace de este día, de los más inusuales. 
 La vida, como una colección de rincones calmos y, aunque otoñe, siempre verde. 
 El agua clara siendo hogar y su caudal, 
canción de cuna para la adultez. 
 El sol del lado contrario, un secreto: algunos humanos se andan eclipsando. 
Todavía queda monte y tantos, tantos pájaros. 
 La soledad como compañera 
y los miedos, siempre latentes, como alertas. Pero ante todo, la entrega al monte y la confianza en su protección. 
El silencio que habilita la escucha del sonido natural. 
La tranquilidad de estar... en este punto de la tierra que, hace años, me libera.  

viernes, 9 de julio de 2021

 

— Solo quiero estar en un minuto silencioso, en la imponencia que me presenta la ruta.
 Ese minuto, ¿a cambio de qué?.
 (Pienso qué es lo más valioso que podría ofrecer)
— A cambio de mi vida. — manifestó después de haber pensado en lo más valioso que podría ofrecer. 

Los imparables recuerdos invadieron mi meditación.
Me hundí en mi intimidad buscando una imagen nueva:
una ruta que no conociera.
  La inventé.
El día sucedió como en cámara rápida, rastreando qué momento quería vivenciar.
  Elegí amanecer.
A mis costados, planicie.
A mi norte, cordón montañoso.
En todos mis puntos, soledad y silencio.
Acudí entonces a mis recuerdos: La sensación.
 Ese vértigo primario: aventura, despedida, confianza, sentir que es el momento justo, la incertidumbre, apertura, fe. Tanta fe. Sentir como la adrenalina avanza sobre todo tu cuerpo sin moverte más que para respirar la inmensidad… debe de ser un don.
Estoy en un minuto silencioso.
Me digo: “voy a atesorar esta imagen siempre”.
Me digo: “no puedo vivir de añoranzas”. 

Entonces la lágrima más lenta y pesada del mundo comienza a caer desde mi lagrimal derecho. Lo que se dice, realmente densa. Recorro con ella mi cara. Próxima a mi boca, la junto con mi dedo índice derecho. La tengo… la veo. Es tan densa que su cuerpo parece hecho de óleo. Brilla. Carga mucho. La veo... y me la como. La saboreo pero no siento su sal. No es una lágrima cualquiera, es un elíxir de minuto silencioso.
Es, enteramente, mía.

martes, 22 de junio de 2021

 Elevar el vuelo.
Ser una extraña al paso del tiempo. 
¿Cuántos desnudos ya no habrá en el río?
¿Es esto, acaso, una despedida?

Irse dentro, hacia lo profundo, tan lejos que nadie te reconozca.
¿Cambiaría la dolencia de lo cierto por la felicidad que la ignorancia proveía en ese momento?

En mi letargo, una taza de café es un oasis. No estoy sola. Junto a ellas buscamos una cafetería. Entre árboles, se esconden unas escaleras ...